Información y Opinión

El derecho a no votar es pura democracia



Votar es un derecho, pero no votar también lo es. A veces, cuando los partidos y sus ofertas son inaceptables y el sistema está viciado, como muchos creen que ocurre en la España del presente, no votar no solo es un derecho sino también la fórmula para boicotear el abuso y la corrupción, no participando en la gran estafa del poder político.
---



Los partidos y sus candidatos prometen en campaña y después incumplen sus programas sin que les ocurra nada. En España no hay leyes contra los estafadores políticos, ni castigo contra los que engañan desde las tribunas y cargos públicos. Las irregularidades y vicios de la falsa democracia española justifican con creces una actitud abstencionista por parte del electorado más decente, consciente y responsable.

Medio mundo se siente indignado frente a sus dirigentes y rechaza con fuerza una deriva política que desprecia al ciudadano y que otorga a los dirigentes políticos más poderes de los que son prudentes en democracia, permitiéndoles imponer su voluntad al pueblo, incluso con decisiones contrarias al bien común. La respuesta de los indignados es el castigo en las urnas a los partidos políticos que han desvirtuado la política y han convertido el ejercicio del poder en una fuente de privilegios sin controles ni frenos suficientes. El Brexit británico es una consecuencia de ese rechazo, como también lo son la abstención masiva, el voto en blanco y el apoyo a nuevos partidos políticos, algunos de ellos cargados de populismo y de peligro.

El sistema político español es uno de los más afectados por el abuso, la corrupción y el desprecio al ciudadano. El sistema español está tan adulterado que ni siquiera permite elegir libremente a los representantes, ya que el ciudadano sólo puede ratificar a los que previamente han sido elegidos por los jefes de los partidos. La conquista de las elecciones libres, un logro de la Humanidad, está todavía alejada de los ciudadanos españoles. En España está permitido arruinar el país desde el poder sin tener que pagar por ello o engañar a millones de votantes sin padecer consecuencias. Lo hizo Rajoy hace cinco años, cuando ganó las elecciones después de prometer falsamente que bajaría los impuestos, que acabaría con la corrupción, que adelgazaría el Estado y que bajaría la deuda. Hoy, España, después del mandato de Rajoy, es un país atribulado por los impuestos proporcionalmente mas altos de Europa, por una deuda exterior que supera el 100% del PIB, por un Estado con mas políticos cobrando del erario que Francia, Alemania e Inglaterra juntos y con una corrupción que asombra al mundo por su brutalidad, osadía e impunidad.

Muchos ladrones y sinvergüenzas se han atrincherado en el Estado, amparados en unos partidos políticos que si la Justicia española fuera independiente y valiente, estarían precintados por el altísimo número de delitos cometidos por sus miembros. Ninguna asociación en España es más delictiva que los grandes partidos actuales, con excepción de ETA.

Los políticos españoles son prácticamente impunes, no sólo porque se aforan sino porque no hay leyes que les exijan responsabilidades suficientes, ni que les obliguen a devolver lo robado, ni a que rindan cuentas a los ciudadanos. El número de aforados en España es mayor que el del resto de Europa junta.

El sistema español, ese que millones de españoles aprueban y revalidan con su voto cada vez que se abren las urnas, ni siquiera respeta el derecho sagrado a que los ciudadanos elijan a sus representantes, que es el corazón de la democracia.

En España se vota al cabeza de lista de un partido integrada por desconocidos, sin otro mérito que el de ser amigos del líder, que los incluye a dedo. El líder máximo del partido es el que elige, no los ciudadanos, que se limitan a sancionar listas que han elaborado los partidos. Como consecuencia de esa pirueta truculenta y antidemocrática, los elegidos como diputados y senadores jamás rinden cuentas al ciudadano, sino al lider que los colocó en la lista, lo que pervierte el sistema y lo convierte en una partitocracia de hierro.

Hoy, terminada la campaña electoral, cuando las urnas se están abriendo, asistimos a un muevo embaucamiento. Los que dicen que van a cambiar y arreglar España, en realidad no van a solucionar nada. Saben que prometer en falso no cuesta nada en España y lo hacen para ganar votos y para parecer nuevos y renovadores, pero en realidad se parecen a los partidos viejos y a los políticos mortecinos y corruptos como dos gotas de agua. Se pegan como las lapas a los presupuestos generales del Estado para vivir a cuerpo de rey y gastar más que los anteriores, sin que les importe que la deuda española, prácticamente impagable, hipoteque el futuro de nuestros hijos, nietos y bisnietos.

Los políticos españoles, sin controles suficientes, arrogantes, sin respeto a la democracia y sin miedo a delinquir, siempre encuentran dinero para derrochar, ya sea metiendo la mano en el bolsillo de los ciudadanos, a través de los impuestos, o pidiendo inmensas cantidades de dinero a los mercados, endeudando al país de manera frívola, como han hecho Mariano Rajoy y Zapatero en los últimos 12 años.

España es hoy un pelele en manos de políticos sin alma, de sindicalistas apesebrados, de empresarios acostumbrados a la teta del Estado y de una ciudadanía aborregada y fanatizada que es incapaz de percibir que sus dramas, carencias y problemas se deben, precisamente, al mal gobierno y a la corrupción de los políticos que ellos mismos eligen.

Un país que vota una y otra vez a sus verdugos no merece misericordia ni remisión, sino únicamente rebeldía por parte de la gente decente y mucha lástima.

Francisco Rubiales


- -
Domingo, 26 de Junio 2016
Artículo leído 5243 veces

También en esta sección: