Información y Opinión

El colapso del Zapaterismo y el olor a fracaso provocan una desbandada en el PSOE



La gran escapada ha empezado. Muchos socialistas rechazan a Rubalcaba, al que ya consideran un candidato fracasado, y no quieren vivir la dura experiencia de la derrota que se avecina. Como consecuencia, no quieren estar en las listas.
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El veterano Alfonso Guerra, símbolo de la resurrección del PSOE y de su transformación en un partido ganador, abandona las listas electorales, sumándose a las dudas de José Bono, al "adiós" de Salgado y a las huidas y dudas de Borrel, Gutiérrez, Carmen Calvo, Miguel Sebastián y muchas otras viejas glorias del PSOE, muchos de los cuales no se atreven a decir en público que se quieren marchar de la política.

Algunos abandonan para no hacer el ridículo en las próximas elecciones, pero otros desertan porque no creen que Rubalcaba haya sido una elección buena. El declive del PSOE se combina con la crisis general de España y de su política para crear un verdaderohuracán tropical. No se trata, como algunos afirman, de un fin de ciclo, sino de una crisis profunda de la partitocracia española y de la misma política, desprestigiada y despreciada por los ciudadanos como no ocurría desde hacía muchas décadas. La desbandada de los políticos, cansados, envejecidos y ya ricos y con su vida económica resuelta, no ha hecho más que empezar y es la consecuencia lógica del hundimiento de un sistema que se autoproclamó democrático pero que nunca llegó a serlo.

El acuerdo inmediato de los dos grandes partidos para cambiar la Constitución en quince días, poniendo un techo sólido al endeudamiento y el déficit, es la mejor prueba de que España no es una democracia sino una sucia partitocracia ajena a los ciudadanos y al bien común, que ignora reiteradamente los deseos y sueños de los ciudadanos y que sólo aprueba y decide lo que conviene a la casta gobernante.

Los ciudadanos españoles llevan años pidiendo reformas constitucionales y legislativas sustanciales, que conviertan a España en una verdadera democracia, pero los dos grandes partidos siempre lo han impedido. España necesita equilibrar su ley electoral, que valora más unos votos que otros, eliminar la financiación pública de los partidos políticos, que convierte a esas instituciones en mafias financiadas por los impuestos, en contra de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, la separación efectiva y la indeoendencia real de los grandes poderes del Estado, sobre todo de la Justicia y del Legislativo, ambos dominados por el Ejecutivo y por los partidos políticos, la instauración de listas abiertas y otras muchas reformas destinadas a eliminar la corrupción y la dictadura de los partidos sobre unos ciudadanos que, en democracia, deben ser los soberanos que deciden.

Los ciudadanos sospechan que la actual reforma constitucional viene impuesta desde fuera, pero carecen de información y esa situación les parece humillante y degradante para una ciudadanía libre.

Zapatero ha gobernado tan mal y ha generado tanto rechazo y odio entre los españoles que ha arruinado no sólo la economía, sino también la cohesión, a su partido, a la política y hasta el mismo sistema, que hace aguas por todas partes. Cada día son más los que piensan que su "protegido" Rubalcaba, cómplice en todos sus errores y traiciones, ha sido una mala opción electoral y que mucho mejor candidato habría sido Joaquín Almunia, ajeno a los errores y dramas de Zapatero y hasta crítico con algunas de sus medidas económicas.

El PSOE está descubriendo con gran pesar que la receta Rubalcaba no sirve para frenar la enorme derrota que sufrirán de manos de unos ciudadanos que quieren vengarse del socialismo por haberlos llevado hasta la ruina económica, la corrupción masiva, la desesperación y la tristeza. Ante ese panorama, muchos socialistas, que ya se sienten viejos, cansados y suficientemente enriquecidos, sucumben a la tentación de escapar de esa humillante derrota que se acerca.

Los desertores saben mejor que nadie que el actual PSOE no está preparado para la derrota y se enfrenta inerme al fracaso que le amenaza. El partido, después de haberse transformado en una oficina de colocaciones y en una empresa dedicada al reparto de poder y de beneficios entre los suyos, carece de los únicos valores que permiten atravesar el duro desierto de la derrota con garantías: ideas y principios. El partido se ha olvidado de los grandes valores, de los ciudadanos, del servicio y de lo que es su esencia de izquierdas: la ayuda a los pobres y desamparados. El PSOE, en manos de Felipe González y, sobre todo, de Zapatero, se ha transformado en una cofradía de sátrapas que sólo buscan poder, dinero y brillo social. Con ese bagaje y sin poder que repartir, la travesía del desierto será una auténtica desbandada, una experiencia terrible que diezmará al partido y que amenaza con convertirlo en una formación maldita de perdedores.



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Lunes, 29 de Agosto 2011
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