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El caso Gürtel demuestra que el PP es igual que el PSOE, pero con gomina





El caso Gürtel está demostrando a los españoles, cada día más angustiados ante la degradación de su democracia, que el Partido Popular (PP) es casi idéntico al PSOE y que la derecha española sólo se diferencia de la izquierda en la gomina. El caso Gürtel no es distinto de Filesa, los trajes de Camps son como las joyas de Corcuera y los lujosos safaris de Bárcenas son semejantes a la pesca en Senegal del jefe de los espias españoles..

El caso Gürtel también está demostrando que las raíces del mal que está arrasando a España, surgen de los partidos políticos, instituciones que funcionan internamente sin democracia y en las que el servilismo ante el líder, el verticalismo y la ausencia de debate libre han hecho estragos, transformándolas en fábricas de políticos mediocres y de no pocos chorizos.

Cuando uno contempla a los Correa y a los Crespo parece que está viendo a gente del pasado como Roldán, Juan Guerra o a cualquiera de los implicados de Filesa y otras tramas corruptas del PSOE. La única diferencia es que los presuntos chorizos de la derecha utilizan más cosmética y gomina que sus predecesores de la izquierda.

(sigue)

El origen de los actuales dramas de la derecha está en José María Aznar. Cuando derrotó a Felipe González en 1996, Aznar optó por copiar la estructura interna organizativa del PSOE, vertical, ferreamente disciplinada y nada democrática, en lugar de haber dotado a la derecha de un partido político democrático y con capacidad de debate en libertad.

Todo lo que ha ocurrido después en el seno del PP, es consecuencia de aquella opción desgraciada de Aznar, que prefirió copiar las miserias leninistas de su adversario socialista a crear una estructura democrática y ética.

Como consecuencia, ambos partidos se parecen hoy como dos gotas de agua en su financiación irregular, en su servilismo ante el lider, en su escasa libertad para debatir y en su capacidad para fabricar chorizos y mediocres que, cuando llegan al poder, no conocen la democracia ni tienen capacidad para gobernar en un sistema de libertades y derechos. En uno y otro partido, la cizaña asfixia al trigo y la metástasis corrupta estrangula una decencia que, derrotada y sin sitio, retrocede.

Pero el PP no sólo copió la estructura organizativa del PSOE, sino también sus métodos estalinistas y peores "tics" totalitarios. Perdio el pudor y permitió que algunos "de los nuestros" pidieran dinero a cambio de contratos, concursos y concesiones, dejó que muchos recibieran regalos, convirtió a los recaudadores del partido en semidioses, premió la sumisión servil, por encima de la inteligencia, reprimió la creatividad, perdonó a los sinvergüenzas y utilizó todo su poder para tapar la basura y cubrir las espaldas de los delincuentes, ignorando que quien convive con las ratas en las cloacas también se vuelve, tarde o termprano, estiercol y cieno.

Basta con echar una mirada a la vida interna de esos partidos políticos españoles, que deberían ser la columna vertebral del sistema democrático y que forman gobierno cuando ganan las elecciones, para darse cuenta que allí rige un poder vertical, implacable, en el que unos pocos mandan y otros muchos obedecen, con elites entronizadas que son la cúspide de una tupida red clientelar, que imponen en su entorno una disciplina de hierro y que suelen sentirse por encima de la ideología, de los reglamentos y hasta de la razón. Y cabe preguntarse entonces si un partido político, revelándose autoritario en su vida interna, puede comportarse democráticamente cuando alcanza el poder o si puede un partido de esa guisa, forjado en las orillas del totalitarismo, gestionar con garantías un gobierno realmente democrático. La respuesta es “no”.

Gestionada por partidos políticos como los grandes de España, la democracia no es fiable. Unos partidos que se han perfeccionado sólo en la acumulación de poder y en la defensa de sus propios intereses no están capacitados para garantizar el bien común cuando ganan las elecciones y ocupan el Estado.

Los partidos políticos españoles han olvidado conscientemente que no hay más democracia real que la que otorga el poder al ciudadano. Una democracia en manos de intermediarios, de profesionales, de partidos políticos transformados en maquinarias de poder o de elites más o menos cualificadas, no es una democracia auténtica, sino un remedo interesado que, en la práctica, desplaza al dueño de la soberanía y lo sustituye de manera ilícita. Los argumentos elaborados para justificar la democracia representativa como única vía para evitar el caos y la anarquía en una sociedad democrática son bastardos e interesados. La frase de Rousseau

“En el instante en que un pueblo permite ser representado, pierde su libertad”.



F. Rubiales
Viernes, 9 de Octubre 2009
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