Una sonrisa que indigna
La imagen del Rey Felipe, impecable cuando su padre abdicó en él, se está deteriorando peligrosamente y empobreciéndose con atributos como la cobardía y hasta la connivencia con un presidente dañino para España, al que el pueblo abuchea y odia por las calles y plazas.
No se puede ser tan duro con su padre y su hermana y tan complaciente y sonriente ante Pedro Sánchez, su esposa imputada y la cuadrilla que gobierna España.
Muchos lo comparan ya con el cobarde Alfonso XIII, que huyó dejando a España sumida en el caos y al borde de la guerra civil.
La historia de Felipe VI se está pareciendo de manera dramática a la de su bisabuelo Alfonso XIII, un monarca que creyó ingenuamente que podría mantenerse en el trono sacrificando a sus aliados naturales para ganarse el favor de la izquierda.
El Rey Felipe coquetea con el sanchismo y cierra los ojos y los oídos ante las bajezas éticas de los que gobiernan y sus ataques y burlas a la democracia, a la Justicia y la Constitución, además del silencio indigno ante la corrupción galopante que destruye España.
Alfonso XIII es la advertencia histórica que Felipe VI parece ignorar. Alfonso, en lugar de consolidar las bases de la monarquía con el apoyo de los sectores conservadores, católicos, militares y burgueses —es decir, sus sostenedores naturales—, se dejó arrastrar por los cantos de sirena de una izquierda que exigía concesiones sin límite y que nunca dejó de ver en la monarquía un obstáculo a destruir.
Con su comportamiento, el actual Rey, obligado por la Constitución a defender España, está convirtiéndose en un eficaz promotor de la Tercera República.
Francisco Rubiales
No se puede ser tan duro con su padre y su hermana y tan complaciente y sonriente ante Pedro Sánchez, su esposa imputada y la cuadrilla que gobierna España.
Muchos lo comparan ya con el cobarde Alfonso XIII, que huyó dejando a España sumida en el caos y al borde de la guerra civil.
La historia de Felipe VI se está pareciendo de manera dramática a la de su bisabuelo Alfonso XIII, un monarca que creyó ingenuamente que podría mantenerse en el trono sacrificando a sus aliados naturales para ganarse el favor de la izquierda.
El Rey Felipe coquetea con el sanchismo y cierra los ojos y los oídos ante las bajezas éticas de los que gobiernan y sus ataques y burlas a la democracia, a la Justicia y la Constitución, además del silencio indigno ante la corrupción galopante que destruye España.
Alfonso XIII es la advertencia histórica que Felipe VI parece ignorar. Alfonso, en lugar de consolidar las bases de la monarquía con el apoyo de los sectores conservadores, católicos, militares y burgueses —es decir, sus sostenedores naturales—, se dejó arrastrar por los cantos de sirena de una izquierda que exigía concesiones sin límite y que nunca dejó de ver en la monarquía un obstáculo a destruir.
Con su comportamiento, el actual Rey, obligado por la Constitución a defender España, está convirtiéndose en un eficaz promotor de la Tercera República.
Francisco Rubiales