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El PP, en profunda crisis, no necesita renovarse sino refundarse



El Partido Popular ha caído tan bajo que debería ser clausurado por los jueces por haberse convertido en algo parecido a una asociación de malhechores. Sólo después de ese castigo merecido, el partido podría ser refundado, con otro nombre y, sobre todo, con otros valores y principios que conectaran con la verdad, el servicio la pueblo, el respeto a la democracia, la decencia y el sometimiento a los controles que las leyes y los ciudadanos deben ejercer sobre esa formación en democracia.

Ante un panorama tan desolador, la resurrección del PP es ya una operación fallida porque cambiar de presidente no es suficiente para devolver a ese partido un espacio destacado y digno en la política española.
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Ni Soraya Sáenz de Santamaría, ganadora de las primarias, ni Pablo Casado, segundo más votado, con 1.600 voto menos, representan el cambio que necesita el PP porque ambos son pura continuidad a Rajoy, con el que colaboraron estrechamente en esa etapa terrible en la que el mayor partido de la derecha española se pudrió y degeneró, victima de la corrupción, el abuso de poder, la falta de valores y el desprecio a la democracia y a los ciudadanos.

Ninguno de los dos ganadores de las primarias tiene capacidad suficiente para transformar el PP en algo nuevo y limpio, dotándolo de una imagen que le distancia del otro gran partido corrompido y degradado del país, el PSOE.

Para salir del foso en el que ha caído, el PP necesita un cambio tan profundo que no podría ser pilotado por nadie que haya tenido protagonismo y responsabilidad en la etapa de la miseria moral. En consecuencia y en el mejor de los casos, Soraya y Pablo son únicamente parches paliativos de corto alcance.

Soraya ha sido la candidata más votada del Partido Popular, tras imponerse con 21.500 votos (37%) en la primera vuelta de las primarias del partido. Pablo Casado ha sido el segundo aspirante más votado, después de recibir el respaldo de 19.900 militantes (34%) . María Dolores de Cospedal y José Manuel García-Margallo han quedado en tercera y cuarta posición, respectivamente, quedando descartados para la batalla final por la presidencia, que será disputada por los os ganadores.

El margen entre Casado y Sáenz de Santamaría ha sido muy estrecho (1.600 votos aproximadamente), por lo que ninguno tiene suficiente fuerza para asegurar su victoria en el Congreso del 20 y 21 de julio, en el que se enfrentarán para suceder a Mariano Rajoy, cuya torpeza y errores nos han conducido hasta la presidencia indigna y manchada de Pedro Sánchez, sostenido en el poder por partidos que odian a España y están manchados profundamente por la deslealtad, el odio a España y hasta el apoyo al crimen etarra.

La etapa de Mariano Rajoy ha sido letal para el PP, un partido que, a pesar de su relativo éxito como gestor de una economía que avanza y sale de la crisis, ha quedado mercado y degradado por la corrupción, el abuso de poder, la lejanía de los ciudadanos y de la democracia, el incumplimiento de sus promesas y la adopción de una política ajena a los valores tradicionales de la derecha, más próxima al leninismo y a la socialdemocracia que al liberalismo y al respeto a las libertades individuales.

Rajoy ha dejado a su partido desmoralizado, marcado por la derrota, con un futuro incierto, necesitado de una regeneración profunda e inmerso en un proceso de primarias para el que no estaba preparado, que puede terminar en enfrentamientos internos y divisiones que causen al partido más daño que bien.

El mayor pecado de Rajoy y de su partido ha sido haber recibido de los españoles una poderosa y valiente mayoría absoluta para que cambiara el país y lo limpiara de la corrupción socialista y de las leyes miserables que aprobó Zapatero y no haber hecho nada de eso, sino desarrollar políticas que en algunos aspectos hasta hicieron que el nefasto mandato de ZP pareciera bueno.

La política del PP, jalonada de escándalos de corrupción, incumplimientos de promesas, intervencionismo impropio de la derecha, subidas innecesarias de impuestos, lejanía de los ciudadanos, insensibilidad ante el dolor de los más débiles y otros muchos vicios, ha dejado al PP hecho unos zorros, abandonado por muchos de sus votantes y hasta en peligro de desaparecer como partido hegemónico de la derecha española.

Después de Rajoy, la solución del partido no es que Soraya o Casado tomen las riendas, sino una transformación tan profunda que los que ahora mandan en ese partido ni siquiera son capaces de imaginar.

Francisco Rubiales


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Viernes, 6 de Julio 2018
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