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El "Monarca" Mariano las designa con su mano



El PP se muestra ajeno a la regeneración, a la renovación y hasta al simple cambio y mantiene vigente prácticas decimonónicas y antidemocráticas, como la designación "a dedo" de sus dirigentes. Aunque todos los partidos políticos españoles carecen de democracia interna y marginan al ciudadano, ninguno lo hace con la intensidad del PP.
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ataques en la red a las designadas
Mariano, como un monarca absoluto, no como un demócrata, acaba de designar con el dedo, al igual que Aznar hizo con él, a Esperanza Aguirre como candidata a la alcaldía de Madrid y a Cristina Cifuentes candidata a la Comunidad. Su voluntad es poder y es la única fuerza indiscutible en un PP que en lugar de democracia interna, como manda la Constitución Española, despliega vicios como el verticalismo, el autoritarismo, la marginación de la ciudadanía, la ausencia de debate libre y la eterna sumisión al líder.

El PP sigue exhibiendo su enorme resistencia a la regeneración y el cambio, a pesar de que lo prometió cuando aspiraba a gobernar y ofreció a los españoles con falsedad un programa atractivo y de profunda limpieza y cambio. Pero, tarde o temprano, la verdad siempre sale a flote.

Todas las promesas de regeneración se han ido a pique: ni lucha contra la corrupción, ni castigo para los corruptos, ni una justicia independiente, ni adelgazar el Estado y las administraciones, ni renuncia a coches oficiales y asesores, ni cese del despilfarro. Todo pura mentira, como el los peores tiempos del despotismo, considerando a los ciudadanos como pobres descerebrados sin memoria ni derechos.

Ni siquiera la amenazante aparición de Ciudadanos y Podemos les ha hecho cambiar. El PP prefiere recurrir a su vieja táctica de poner en marcha la trituradora y la fábrica de miedos para destruir el prestigio del adversario y asustar a los ciudadanos con calamidades si se atreven a votar a los partidos nuevos emergentes.

Numerosos estrategas políticos y expertos en comunicación han advertido al PP que los ciudadanos demandan renovación y regeneración a los viejos partidos, pero el PP ha preferido cerrar sus ojos y oídos a todo cambio y permanecer anclado en el pasado. Otros le han advertido que el hartazgo y la indignación de los ciudadanos no es circunstancial, ni está motivada exclusivamente por la crisis, pero los populares han preferido seguir pensando que cuando retorne la prosperidad, regresarán también los votos.

Pero el PP se está equivocando porque los españoles quieren y exigen cambios profundos en una clase política a la que desprecian y están aprendiendo a odiar, por sus abusos de poder, injusticias, mentiras y corrupción activa.

Los ciudadanos quieren que los ladrones y saqueadores sean castigados y se les obligue a devolver el botín, que los partidos, sindicatos y patronal se financien con sus cuotas y no con el dinero procedente de los impuestos, que cese el despilfarro, que el Estado adelgace, que se abrace la austeridad, que se deje de mentir y manipular desde el poder, que los mandatos se limiten, que la Justicia sea independiente y se despolitice y que la clase política, a la que ya se le llama "casta" porque su distancia del ciudadanos es inmensa e intolerable, se someta a la ley a la democracia, un sistema al que han dado la espalda y han sustituido por una sucia dictadura camuflada de partidos políticos.

La costumbre autoritaria, digna del antiguo "generalisimo", de que el líder supremo designe a dedo a los altos cargos del gobierno no es el peor gesto autoritario, pero si es todo un símbolo elocuente de la decadencia política española y de la lejanía de la democracia.

La peor de las violaciones de la democracia que practica el PP, junto con el PSOE y otros partidos políticos de la deteriorada España, es la marginación plena del ciudadano de la vida política, un comportamiento antidemocrático que permite a los partidos gobernar como si los ciudadanos le hubieran entregado un "cheque en blanco" hasta las próximas elecciones. Los partidos, amparados en esa falsa interpretación de la democracia, gobiernan sin tener en cuenta la voluntad popular, como auténticas dictaduras de partidos, sin poder ser revocados por los ciudadanos y sin tener que rendirles cuenta, algo por completo ajeno al espíritu de la democracia.


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Lunes, 16 de Marzo 2015
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