Información y Opinión

El “Boicot” como arma democrática ciudadana





El boicot de los demócratas españoles a los productos catalanes, lógica reacción frente al abuso de poder y la obsesión por el victimismo y los privilegios del nacionalismo catalán, perjudica a las empresas y a la sociedad catalana, pero beneficia a los políticos nacionalistas, que consiguen así argumentos que inclinan a las masas hacia el odio y la disgregación.

¿Alguien quiere una prueba? Ahí están las declaraciones recientes de Artur Mas, líder de Convergencia y Unió, pronunciadas en plena campaña de Navidad 2007, prácticamente incitando a los españoles para que boicoteen el cava estas navidades: "Si los españoles piensan que construirán España a base de joder a los catalanes, se equivocan", ha dicho el heredero de Jordi Pujol, seguro que para arrojar leña a la caldera del boicot.

Cuando los ciudadanos están cansados de la ineficacia del gobierno y se dan de bruces con la desesperación porque sus dirigentes políticos no son capaces de solucionar los grandes problemas que dañan la sociedad, el boicot emerge como el último gran recurso ciudadano en democracia.

Federico Mayor Zaragoza admite que los ciudadanos están cada día más cansados, porque continúan siendo tratados como súbditos y habla con frecuencia del boicot como el gran arma ciudadana: “…La gente pronto dejará de acatar las decisiones que no emanen de un sistema realmente democrático”, afirma.

El boicot está siendo utilizado ya masivamente en muchos países para combatir la injusticia, la desigualdad y el abuso. Internet está ayudando a informar a los ciudadanos sobre las empresas que deben ser boicoteadas y para coordinar los movimientos.

Los Estados Unidos hace décadas que practican un boicot al comunismo cubano, sobre todo después de que Fidel Castro pusiera en peligro la paz mundial, durante la crisis de los misiles. Ahora están boicoteando también los productos venezolanos, sobre todo la gasolina que se produce en Vanezuela, como rechazo a la “dictadura” de Hugo Chavez; en Ucrania y Bielorrusia se han detectado movimientos de boicot a las mercancías rusas; en El Bosnia, Kosovo, Albania y otros territorios de los Balcanes hay un boicot activo y antiguo a los productos serbios; Grecia y Turquía hace años que se boicotean mutuamente; el boicot a los políticos y a los procesos electorales es una fuerza creciente en las sociedades occidentales, decepcionadas por la ineficacia y la corrupción de la “casta” política. Como consecuencia, el prestigio de los políticos cae en picado y la abstención aumenta en cada cita electoral.

En España, ante la temeraria actitud del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que favorece a los nacionalismos extremos, alimenta la desigualdad con el famoso Estatuto de Cataluña y pone en peligro la unidad del país y la convivencia favoreciendo a sus amigos y aliados antes que a la ciudadanía, se están desatando, de manera creciente, tres grandes boicots: uno a los productos catalanes y vascos, otro a la SGAE, por su obsesión por cobrar cánones y por tratar a los españoles como piratas activos, y otro a la clase política, cuyos errores e ineficiencia frustran a los ciudadanos y generan rechazo a ritmo de vértigo.

El boicot a los productos de aquellas zonas que no cumplen de forma honesta con los principios democráticos y solidarios es una reacción saludable de la ciudadanía, motivada por la indignación ante la injusticia y también por la torpeza e incapacidad de la clase política.

En Cataluña, cuyos nacionalistas hace décadas que practican un boicot efectivo y resentido a los productos españoles, la empresa Freixenel, primer fabricante de cavas, reconoce haber sentido en su balance el boicot de los españoles, provocado, sobre todo, por políticos como Carod Rovira, que cada vez que aparece en televisión provoca pérdidas de millones de euros al comercio y al turismo catalán. El boicot afecta también al vino, a las numerosas industrias alimenticias radicadas en Cataluña y a los automóviles SEAT, del grupo alemán Wolsvagen, pero fabricados en territorio catalán.

Mayor Zaragoza ve claro que el boicot es un arma ciudadana en expansión que puede cobrar dimensiones insospechadas en este siglo XXI: “Ahora ha llegado el momento de participar, de ser tenidos en cuenta, de ser ciudadanos plenos... Se acerca el momento en que la gente cuente, el momento de la democracia real. El siglo XXI puede ser, por fin, el siglo de la gente”.

   
Jueves, 20 de Diciembre 2007
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