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El 25 aniversario y el legado de Sevilla 92 (Expo 92: Crónicas de la Verdad-9 y final)



Aunque los políticos hablen de una nueva Sevilla y señalen la Expo 92 como el nacimiento de la nueva ciudad, la verdad es que la capital andaluza, esencialmente, sigue siendo lo que era entes de la exposición, pero con mejores infraestructuras. Sevilla, después de haber sido sede de una gran Exposición Universal, sigue siendo una ciudad rica en belleza histórica, turismo, bares, restaurantes y camareros.

Es vital que la conmemoración del 25 aniversario de la Expo 92 se aproveche para analizar, reflexionar, hacer un balance justo y decente, asumir culpas, rectificar y recuperar el impulso de 1992, diluido en el tiempo.

La conmemoración del 25 aniversario de la Expo 92 se inauguró solemnemente con un acto en el Real Alcazar de Sevilla, el 20 de abril de 2017. Intervinieron algunos personajes, entre ellos los dos grandes protagonistas de la Exposición, el rey emérito Juan Carlos I y Felipe González, que en aquella época eran el rey de España y el presidente del gobierno, respectivamente, los dos protagonistas del impulso y el reto que encarnó aquella gran Exposición Universal, reconocida como una de las de mayor éxito en la historia de las exposiciones de primer rango.

Las conmemoraciones deben ser siempre una oportunidad para reflexionar, hacer balance y aprender de los errores y aciertos, con capacidad para asumir, desde la frialdad y perspectiva que otorga la distancia, lo que representó en realidad aquel gran acontecimiento, pero muchos nos tememos, sobre todo tras haber asistido a aquel acto inaugural, que, como suele ser habitual en España, la efemérides sirva para derramar azúcar y miel sobre un acontecimiento de gran riqueza y significado, que fue, al mismo tiempo, grande y terrible porque España, entonces, se asomó a la grandeza y a la modernidad con una fuerza y ambición que sorprendieron al mundo, pero que fue también terrible porque, con motivo de los grandes eventos del 92, se abrieron las puertas de España a los grandes dramas que hoy padecemos: el abuso de poder, la corrupción, el intervencionismo desmedido de los políticos, altas dosis de injusticia y la burla y degradación de la democracia.

Ante la sospecha de que el balance que se realice puede ser falso, hipócrita, arbitrario y parcial, tomé la decisión, en aquel mismo acto solemne, de publicar una serie de artículos que sirvieran para aportar a la conmemoración la verdad descarnada que necesita para enriquecernos, al menos la verdad que yo pude conocer como directivo y observador de la Exposición desde ángulos privilegiados, como alto cargo de la Organización, como consultor de participantes y como director del pabellón mas visitado de la Muestra, el de Tierras del Jerez.

Hoy, con este artículo, el noveno, concluye la serie y la principal conclusión es que aquel gran evento fue a la vez grande y pequeño, pero que al final aportó menos progreso y modernidad de la que cabía esperar de tanto esfuerzo.
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Hace 25 años, la Exposición Universal Sevilla 1992 iniciaba su andadura en un ambiente que mezclaba la ilusión con el miedo al fracaso. Al final, el resultado fue muy positivo y la Expo 92 de Sevilla pasó a la historia como una de las grandes muestras universales, creadora de un modelo original cuyo mayor atractivo fue el ambiente festivo y acogedor de su recinto, en el que más de 42 millones de visitantes se sintieron felices y transportados a un mundo de ensueño.

Pero otra cosa es el legado de la Exposición. El rey Juan Carlos, Felipe Gonzalez y otros miembros del gobierno repitieron en los años previos a la Exposición, en sus discursos, que el objetivo de la Expo 92 es situar a España y a Sevilla en la vanguardia del mundo. Si nos atenemos a aquel gran objetivo, la Exposición fue un fracaso.

Las exposiciones se organizan para relanzar ciudades y naciones y sus herencias más deseadas suelen ser intangibles como el prestigio, la imagen de las ciudades que fueron sedes. Ciudades como París, Londres, Osaka, Viena, Montreal o Nueva York ganaron prestigio mundial y competitividad gracias a las exposiciones universales que organizaron.

El gran legado de Sevilla, mencionado en todos los discursos de la conmemoración, ha sido el actual parque científico y tecnológico Cartuja 93, donde se han establecido algunos cientos de empresas privadas y centros de investigación, casi todos públicos.

Pero la verdad es que aquel parque es sólo un parque empresarial grande y magníficamente urbanizado, cuyo principal rasgo es que está dentro de la misma ciudad de Sevilla, en el que, por desgracia, no se ha establecido todavía ninguna empresa puntera que lo potencie y lo relance, como hicieron Microsoft, HP, Apple, Google y otras grandes empresas tecnológicas en parques que las acogieron, como el Silicon Valley de California.

Ningún país organiza una Exposición Universal para que en su sede se instale después un parque empresarial. Si se quiere un parque, se construye sin más y cuesta tres mil veces menos que organizar una Exposición de primer rango mundial. La Expo 92 se hizo para modernizar y relanzar España y Sevilla y para colocar al país y a la ciudad en ese exclusivo ramillete de naciones y ciudades punteras, pujantes y competitivas del mundo.

Pero ni España ni Sevilla alcanzaron esa meta, ni lograron situarse en la vanguardia mundial de nada. España es hoy el país más endeudado de Europa y uno de los más corruptos y desprestigiados del mundo, líder mundial sólo en turismo, como lo era ya en tiempos de la Expo 92, y, desde entonces, sólo ha alcanzado liderazgos indeseables en aspectos tan tristes como la corrupción, el fracaso escolar, el desempleo, la baja calidad de la enseñanza, la frustración política, el alcoholismo, la trata de blancas, el blanqueo de dinero, el despilfarro, el endeudamiento y el escandaloso y peligroso divorcio entre su clase política y la ciudadanía, que considera a los políticos como uno de los dos grandes problemas de la nación.

La Sevilla que surgió de la Expo no logró situarse en el exclusivo club de las ciudades más competitivas y pujantes del mundo, ni logró mantener aquel impulso modernizador brillante del 92. Sevilla es hoy poco más de lo que ya era antes de la Exposición, aunque con mejores infraestructuras y carreteras: una de las ciudades mas bellas del mundo, tradicional, con fiestas deslumbrantes y con el turismo como gran recurso, pero en modo alguno una ciudad marcada por la ciencia, la innovación, la tecnología y ni siquiera por el turismo de grandes congresos y convenciones.

La Expo 92 fue un hermoso y positivo intento de España y de Sevilla por ocupar la cúspide del mundo, pero la conmemoración de su 25 aniversario será más hermosa, justa y decente si se otorgara algún espacio, aunque sea pequeño, a la autocrítica y a la verdad.

Y la verdad es que la cosecha del 92 fue escasa para un país que hoy está peligrosamente envuelto en dramas: corrupción, despilfarro, endeudamiento, desempleo, deterioro de la política, desigualdad, divorcio entre políticos y ciudadanos, avance de la pobreza, injusticia, peligro de desintegración territorial, baja calidad de la enseñanza y un largo etcétera que en modo alguno justifica un balance triunfalista de nuestra historia reciente.

Francisco Rubiales


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Martes, 4 de Julio 2017
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