Colaboraciones

EL CLASISMO: LA ENFERMEDAD DEL PROGRESISMO.



El Progresismo real se ha contaminado por la ideología 'progre'. Un planteamiento 'de clase' que los socialistas y los comunistas han impuesto para convertir a sus 'colectivos' en la nueva 'clase revolucionaria' después de la caída del Muro de Berlín.
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Hoy en día es imprescindible diferenciar a un ‘progresista’ de un ‘progre’. El primero, armado con una ideología que pone a los derechos individuales y sociales por encima de cualquier otra consideración, enarbola el Humanismo Ilustrado -no tanto en su formulación histórica como en su significado intrínseco- como bandera para definirse y hacer política. El segundo, por el contrario, no representa más que el subproducto de la metacultura resentida de los que no supieron qué hacer tras la Caída del Muro de Berlín, en 1989. Estos últimos parecen haber monopolizado el espacio progresista genuino, apartando a los que lo son de verdad y definiéndolos como reaccionarios o ‘fascistas’, en tanto que no comparten sus postulados. De manera que ‘avanzar’ significa lo que ellos digan, y ‘retroceder’ también. La gracia de todo el asunto estriba en que esta nueva ideología ‘progre’ no tiene absolutamente nada que ver con el ‘Progresismo’ genuino. Se trata, para quien quiera verlo, de una ideología fuertemente reaccionaria.


Ahora, con los terremotos electorales que parecen avecinarse en España, las piezas se ponen en su sitio y lo que antes se camuflaba con facilidad hoy no hay dónde esconderlo. Con todas sus miserias, dicho sea de paso. Y es que ahora, lo ‘progres’ salen a la calle a linchar a los que no piensan igual o a quienes legítimamente han conseguido escaños en un Parlamento, en una puesta en práctica del ‘jarabe democrático’ que uno de sus líderes de referencia, el marxista-leninista Pablo Iglesias, ahora desde su chalé millonario en Galapagar y con dos criaturas que cuidar, recomendó como el remedio más efectivo a la hora de tratar con los discrepantes. Saben que pierden apoyo y no tienen ni idea de cómo cortar la hemorragia, toda vez que los puntos de sutura se han revelado insuficientes para tan mastodóntico problema. Les duele reparar en la evidencia de que la mayoría social puede estarse dando cuenta ya del chollo ideológico-electoral que se han montado durante décadas, y esté dispuesta a ajustar cuentas. Con todas las consecuencias.


El montaje no ha estado exento de una táctica brillante ante la evidencia empírica: que los comunistas y los socialistas se han quedado sin ‘clase revolucionaria’. El ‘proletariado’ no existe y los trabajadores -que somos todos- prefieren mejorar sus condiciones de vida y libertad dentro de sociedades democráticas y pluralistas que ser materia prima desechable para un materialismo dialéctico que la Historia ha demostrado sin sombra de duda que el papel que les reserva es la esclavitud dentro del nuevo organigrama. ¿Qué hacer entonces? Buscar nuevas ‘clases’. ‘Clases’ que se han identificado con ‘colectivos’: los ‘homosexuales’, las ‘mujeres’, los ‘okupas’, los ‘inmigrantes’, los ‘musulmanes’, los ‘estudiantes’, los ‘ecologistas’, los ‘animalistas’, los ‘independentistas’ y un largo etcétera. Ojo, no apoyan a estos colectivos como tales, sino al lobby infiltrado y manejado por ellos que ha ideologizado todas estas reivindicaciones, identificado a quien no comparta el dogma religioso del grupo de presión en cuestión como un ‘enemigo’, en un ‘mal homosexual’ o una ‘mala mujer’.


Muestra de lo cual es su apoyo a leyes violentamente corrosivas de los derechos individuales más elementales en tanto que identifican como ‘legal’ lo que establece el colectivo bajo cuyas sigas se diseñan y se presentan ante un parlamento estas leyes. ‘Homófobo’ no es quien odia a los homosexuales sino quien está en contra de los postulados ideológicos del Movimiento LGTBI. ‘Machista’ no es quien discrimina a una mujer por ser mujer sino quien se opone a la Ideología de Género. ‘Islamófobo’ no es quien rechaza a quien profesa la Fe musulmana sino quien critica que el Islam político no sea un peligro. ‘Xenófobo’ no es quien rechaza al extranjero por el mero hecho de serlo, sino quien se aparta de la política insensata de la inmigración ilegal sin control. Y así. ¿Ante qué estamos? Ante una nueva Ideología de Clase. Que consiste en valorar no a los seres humanos individuales sino contemplarlos antes y por encima de todo en función del ‘grupo’ al que pertenecen. Un lógica bastarda que nos conduce al Derecho Penal de Autor ampliamente practicado en países como China (donde se reservan derechos en función de la clase social) o Arabia Saudí (donde la mujer es tratada como poco menos que un animal).


Esta y no otra es la razón por la que los planteamientos políticos ‘progresistas’ han perdido fuelle, contaminados por la ideología ‘progre’, una ideología reaccionaria ‘de clase’ que utiliza la presión sobre las instituciones políticas para imponer su propia censura, adoctrinar en los colegios y universidades y purgar a los discrepantes. Una ideología fiel heredera de la Inquisición de Torquemada. Antagónica a más no poder del avance hacia un Estado de Derecho más amplio, con más libertades, más garantías sociales y menos inhibiciones psicológicas. El testigo de la servidumbre moral que la Religión ejerció en Europa durante la Edad Media y que ejerce ahora en los países Musulmanes ha sido recogido por estos nuevos inquisidores, a los que no les importa lo más mínimo las causas que dicen defender, y quienes han infectado ideológicamente todas las reivindicaciones sociales e identitarias, condenándolas al ostracismo de la ortodoxia impuesta por sus comisarios políticos.


Ninguna ideología ‘de clase’. Ninguna. Ha conducido jamás a la Libertad ni a la Democracia. Al revés. Siempre a la Tiranía, a la discriminación y al asesinato. Frente a la concentración exclusiva que socialistas y comunistas tienen en sus nichos electorales predilectos, otros grupos avanzan por la exitosa senda del consenso social interclasista más amplio, sibilino e inteligente. Con un caldo de cultivo especialmente abonado para ello: la inmensa mayoría de la población está hasta las narices de la cultura hipócrita e infantil de la ‘disculpa permanente’ que nos quieren imponer.

Pablo Gea

Pablo Gea
Sábado, 26 de Enero 2019
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