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Dos conclusiones cruciales emanan de las primarias de Madrid: "la rebelión contra Zapatero ha empezado" y "el PP tendrá que democratizarse"



Las primarias de Madrid han reforzado la democracia como anhelo colectivo de los españoles. En primer lugar han demostrado que Tomás Gómez, el vencedor, no es un corrupto. Si lo fuera, el aparato lo habría liquidado filtrando sus inmundicias, como ya hizo con Borrell hace 12 años. El PP, por su parte, que no contempla las primarias en sus estatutos, tendrá que adoptarlas y suprimir el sucio y totalitario "dedazo" mediante el cual eligen a sus candidatos. El cambio es inevitable porque la democracia, por fin, se está abriendo camino en esta España postfranquista.
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Las recientes primarias socialistas en Madrid pasarán a la historia de la España moderna como un momento importante, como el punto que marcó el inicio de la democracratización verdadera de una España que se autotitulaba democrática pero que era realmente una sucia partitocracia, impregnada de corrupción y franquismo.

El triunfo de Tomás Gómez es el triunfo de la democracia frente a la dictadura del aparato. El espectáculo de las primarias ha sido tan brillante y atractivo que el PP se ha sentido señalado y acusado porque la derecha española, antigua y torpe, carece de ese instrumento democrático interno, que tendrá que adoptar si quiere ser aceptada por una ciudadanía española que, cansada ya de trucos, trampas y corrupción, desea fervientemente una democracia real.

Tomás Gómez, el vencedor de las primarias de Madrid, no es un corrupto porque el aparato del partido, capaz de todo y dispuesto a todo con tal de prevalecer, lo habría fulminado filtrando sus inmundicias, como ya hizo cuando Josep Borrel se enfrento a Almunia y a todo el "felipismo", hace 12 años. El aparato, implacable, le levantó las alfombras y quedaron al descubierto, ante España entera, la corrupción reinante en la Delegación de Hacienda de Barcelona, donde sus amigos Huguet y Aguiart se estaban forrando.

Desde entonces, las verdaderas primarias, las que son libres y permiten a los rebeldes enfrentarse al aparato, habían desaparecido. El terror ha paralizado e impedido a cualquier socialista impuro enfrentarse al aparato. Tomás Gómez debe estar limpio como una patena para haberse atrevido.

Como no podían eliminarlo filtrando suciedades, lo intentaron por la vía de los avales falsos. Me informan en la candidatura de Gómez que el aparato, que apoyaba con tenacidad y nervios a Trinidad Jimenez, quiso colar 2.700 avales falsos, pero Tomás, que conoce a su partido, atajó con mano firme y a tiempo los abusos (El partido rechaza 706 avales de Trinidad Jiménez).

Zapatero, Pepiño y Rubalcaba le tienen pánico a Tomás Gómez porque está limpio, cosa al parecer insólita en la política socialista, y han jurado tumbarlo. Le están esperando ya, agazapados, en espera del menor fallo o desliz. Serán implacables contra quien ha osado enfrentarse al "lider". Rubalcaba y Pepiño, que quieren ser los sucesores del devaluado Zapatero, saben que si Zapatero es atacado y cae, ellos mueren con él.

Aunque la prensa, casi en su totalidad sometida al dinero y a los favores del zapaterismo, lo oculta, las primarias de Madrid funcionaban con las cartas marcadas. Se trataba de unas elecciones donde todos los que votaban eran, de un modo u otro, enchufados del sistema y mantenidos por el erario público. Si el aparato (el partido) pierde unas elecciones así, en la que votan sus mantenidos, es porque los militantes están de Zapatero hasta el gorro y porque ya están apostando a futuro, descontando que Zapatero está más que muerto.

Los partidos políticos españoles son organizaciones autoritarias, cerradas y dominadas por el servilismo, el sometimiento al líder y la adulación a los que mandan. Es la única manera de prosperar políticamente. Dentro de los partidos no existe debate libre, ni libertad de opinión porque el que defiende ideas contrarias al poder, perece. Es un coto marcado por el verticalismo y el autoritarismo, donde el espíritu mafioso impera.

Organizaciones de ese tipo son la peor escuala para formar líderes demócratas. Por eso, cuando un energúmeno cocinado en ese tipo de hornos totalitarios, como Aznar o Zapatero, alcanza el poder y recibe el mandato de gobernar la democracia española, es cualquier cosa menos un auténtico demócrata. Los partidos políticos españoles, fabricantes de esclavos con deseos de mandar, que se tornan autoritarios y dictatoriales cuando alcanzan la cumbre, no están capacitados para gestionar una democracia.

España no puede cambiar si no cambian antes sus partidos y las primarias de Madrid han sido un hito importante en el ineludible camino hacia esa democratización.

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Miércoles, 6 de Octubre 2010
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