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Dios nos quiere en las calles



La verdadera religión cristiana es mucho más que un simple rezo. La oración es valiosa e imprescindible, pero la religión es algo más, un compromiso de transformación permanente del mundo. El mensaje de Cristo cambió el mundo romano y también debe cambiar el nuestro, igualmente lleno de crueldades, injusticias, vicios y muerte.

Dios nos hizo libres, pero también creo premios y castigos: paraíso para los buenos e infierno para los malos y los tibios.

Nuestro mundo necesita ahora, quizás más que nunca en muchos siglos, que los buenos se lancen a la calle para mejorar el mundo porque las amenazas son demasiadas y el riesgo de perdición es inmenso.
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Propaganda de los progres sin Dios
La Iglesia siempre ha interpretado con cobardía la sentencia de Jesucristo de “A Dios lo que es De Dios y al César lo que es del César. La jerarquía es conservadora y no quiere perder sus privilegios, lo que le ha llevado a interpretar que solo la oración y los sacramentos son de Dios y que el resto es del César, pero eso es una mentira cobarde porque la injusticia, el dolor gratuito de los humanos, la opresión, la guerra, la corrupción y el asesinato de los valores son cosas de Dios.

Los católicos españoles acaban de lanzar la siguiente llamada:

"El 26 de junio tendrá lugar una importante manifestación provida en Madrid. El padre Santiago Martín explica por qué forma parte de los deberes del cristiano apoyar y participar en este tipo de movilizaciones para intentar frenar la matanza de los inocentes y preparar los espíritus para la erradicación de la plaga del aborto."

Se trata de una reacción positiva, aunque no haya sido poderosa ni lanzada a gritos, contra una de las grandes injusticias de nuestro mundo: el asesinato de millones de niños en los vientres de sus madres. Pero el aborto no es el único mal que azota al mundo. Hay países donde la maldad hace estragos. Ucrania es uno de ellos, y hay otros, entre ellos España, donde el mal avanza imparable creando a su paso injusticia, abuso, saqueo, corrupción y destrucción de valores y costumbres que eran un reflejo del reino de Dios.

Hacen falta más movilizaciones: contra la guerra, contra el dolor de los inocentes, contra los canallas que habitan en los palacios y ministerios, contra la mentira y el engaño, contra los asesinos de la libertad y de los valores…

Dios no quiere que el mundo sea un convento de clausura sino pura levadura en la masa, fermento, rebelión y transformación. El amor, que es el núcleo del cristianismo, no es un sentimiento lírico y exige acción contra el odio, la injusticia y el dolor.

Hay demasiadas quejas y protestas inútiles, mientras los malvados transforman el mundo en una cárcel-basurero. acuchillando la libertad, que es el gran don de Dios al hombre. Ha llegado la hora de la movilización. Los humanos religiosos ya no pueden conformarse sólo con la oración. Dios pide al hombre que defienda la Tierra de sus enemigos, que no se dejen avasallar por los delincuentes y los hijos de Satanás, empeñados en llenar la creación de vicios y maldades.

Frenar la matanza de los inocentes que son abortados es importante, pero también lo es acabar con el hambre, con la opresión, la injusticia, el abuso, el dolor y la muerte.

Ha llegado la hora de que los humanos que siguen al Creador se enrolen en su ejército. La tibieza y la cobardía ahora sirven al diablo. Quizás el modelo de la Iglesia Española debe ser ya el de la iglesia polaca que plantó cara al comunismo hace medio siglo y contribuyó a su erradicación.

El obispo de Huelva ha sido acosado por los progres sin Dios por haber alzado su voz contra el aborto y en defensa de la familia tradicional y por haber dicho la verdad indiscutibles de que los cristianos no deben votar en las urnas a los que promueven el aborto y la destrucción de los valores cristianos.

¿Qué haría la falsa progresía marxista si la Iglesia entera alzara su voz contra los abusos, suciedades y crímenes de la ideología marxista?

La Iglesia Católica tiene que salir de sus espacios de seguridad y confort para arriesgar y luchar contra el mal. La oración es importante, pero no libera a los esclavos, ni acoge a los desamparados, ni planta cara a los malvados que utilizan el poder para causar dolor. A Dios rogando y con el mazo dando.

En países como España, donde a diario se contemplan los abusos e iniquidades de los que gobiernan, se echa de menos el grito de la Iglesia y ese silencio frente al mal convierte a la religión en cómplice de Satanás.

Francisco Rubiales

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Domingo, 12 de Junio 2022
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