Información y Opinión

Demasiadas dudas en la sentencia exigen más investigación





La sentencia sobre los atentados del 11 M ha dejado demasiadas heridas abiertas y demasiadas incognitas sin resolver. En términos generales, puede afirmarse que la sentencia decepciona a los que buscan la verdad, que siempre son la parte más sana de la sociedad, mientras que tranquiliza a los amigos de la oscuridad, que suele ser la parte más degenerada y próxima al totalitarismo.

La mayor carencia es que los que ordenaron el atentado más sangriento de la historia moderna de España siguen libres y no se conocen. Otra incognita notable es que Al Quaeda se mantiene al margen del gran atentado. Pero lo más inquietante es la sensación de decepción generalizada que ha dejado la sentencia en la sociedad, que se traduce en la insatisfacción de los demócratas, de las víctimas del terrorismo y de los observadores y analistas libres y no sometidos al pensamiento dominante.

A los buscadores de la verdad nos ha gustado más la reacción de Rajoy que la de Zapatero. Rajoy pide que se investigue más porque quedan muchas preguntas sin respuestas, mientras que Zapatero ha reaccionado, inexplicablemente, pidiendo que se dé por cerrado el caso y se abra un nuevo capítulo en la vida de los españoles, olvidando que sin asumir y digerir el pasado, el futuro siempre es inestable y amenazante.

La reacción de Zapatero despierta sospechas: ¿Por qué quiere cerrar el caso y pasar página?, mientras que la de Rajoy conecta con la inquietud que sienten los que rechazon lo opaco y quieren "saber" y "conocer".

Personalmente, las reacciones que observo me recuerdan la máxima de que "la verdad es incompatible con el poder", toda una brújula necesaria para mantenerse saludable y navegar hoy en la política degenerada que domina las democracias.


   
Jueves, 1 de Noviembre 2007
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