Información y Opinión

DE DISCURSOS GRANDILOCUENTES Y PROMESAS INCUMPLIDAS





El domingo comentábamos el demoledor editorial de Pedro J. Ramírez en la que enfrentaba a José Luis Rodríguez con los postulados del gurú político del Presidente. Aunque el artículo me pareció brillante, no nos resulta fácil contrastarlo dado que el común de los españoles desconocemos hasta qué punto Rodríguez es un fiel seguidor de Pettit. No obstante, lo que sí conocemos la generalidad de nosotros son las promesas electorales y el discurso de Rodríguez en la campaña electoral que lo llevó a Moncloa y en los momentos iniciales de su mandato presidencial.

Por significar algunos precedentes, en la España aznariana de 2004 vivíamos una mayoría absoluta que había creado importantes fracturas en la sociedad como consecuencia de la toma de algunas decisiones en contra de lo que era el sentir general de la población. Al menos esa era la interpretación asumida por muchos y cacareada desde Ferraz y su cohorte mediática. El Gobierno de Aznar basaba su éxito en un período de crecimiento económico y prosperidad de las variables macroeconómicas del cual no se tenían antecedentes en la reciente Historia de España. Desde las tribunas de oradores, los líderes del PSOE, con su candidato a la cabeza, minimizaban los datos económicos, atribuyéndolos al entorno internacional –a pesar de la severa crisis que soportaban Francia y Alemania, por citar dos ejemplos-. La estrategia era otra. Había que hablar de grandes ideas, de libertades, de política social, de vivienda. Sobre todo se hablaba de diálogo, frente al “rodillo” de la mayoría absoluta, surgiendo la manoseada palabreja “talante”.

El mensaje del PSOE se inició con motivo del apoyo español a la intervención de EE UU y Reino Unido en Irak. Fue un acoso sistemático, bien diseñado y estratégicamente coordinado. El PP por su parte lo asumió y fue incapaz de contrarrestarlo, seguro de volver a renovar mandato aunque fuese por mayoría simple. Así se fraguó esa opinión generalizada, sobre todo por parte de las generaciones más jóvenes de votantes, de que el PP era un buen partido para lidiar con los temas económicos y el PSOE era el partido que promovía las libertades y el aspecto social. Disculpas por la reducción de los términos al cuasi-simplismo.

En ese escenario se producen los acontecimientos por todos conocidos y el vuelco electoral pretendido. Rodríguez llega a la presidencia y, cautivo por su propio mensaje, inicia la legislatura a base de golpes de efecto: gabinete paritario, vuelta de las tropas de Irak, acuerdos con los socios del PSC, etc. Pero la realidad se impuso a las palabras en pocos meses. Recuerdo que el propio Pedro J. Ramírez pedía margen para Rodríguez, aunque ese discurso duró muy poco porque los hechos ya golpeaban con dureza.

Rodríguez ha decidido continuar con su discurso del talante y el diálogo, aunque cada día lo emplea menos, a pesar de la tozudez con que se presenta la realidad. El alejamiento entre las posturas electorales y los actos de gobierno comenzó cuando Rodríguez decidió sacar adelante una ley de uniones entre personas del mismo sexo –la cual aplaudí en su concepción y necesidad- en la que se intentó ir más lejos que nadie y se puso por delante la palabra “matrimonio”, a pesar de que una parte muy importante de la sociedad, me atrevería a decir la gran mayoría de los españoles, no estaba de acuerdo. El desencuentro llevó a un buen número de españoles a tomar la calle por primera vez en su vida, emulando el estilo que previamente había establecido el propio Rodríguez cuando era oposición. La ley siguió su curso y los manifestantes tuvieron que conformarse con la adrenalina de su “aventura pancartista”.

Aquella primera yuxtaposición entre discursos y hechos se entendió por gran parte de la sociedad como una manipulación del PP. Al fin y al cabo “qué más da una palabra que otra”. El PP reaccionó tarde y llevó la ley ante el Constitucional, con lo cual vinieron a iniciar la consumación del aislamiento pretendido desde el PSOE. En el asunto de la LOE se repite la escena, pero en esta ocasión ya no es “una palabra” es un modelo de formación que no termina de convencer a millones de españoles que se echaron nuevamente a la calle. ¿Dónde quedó el consenso y el diálogo?.

Posteriormente vimos cómo el Gobierno reposicionaba el panorama televisivo español. Canal en abierto para Prisa que convirtió Canal+ en Cuatro, a pesar de que el motivo para adjudicar el canal de pago en tiempos de Felipe González fue la necesidad de una opción de televisión no abierta. Siguiendo en el tema de los medios en Cataluña se impone un modelo de control de contenidos que Montilla quiere extrapolar al resto de España. En el Gobierno las libertades y la transparencia ya no tienen tanta importancia, es más, parece que molestan.

El ejemplo más claro del alejamiento de las promesas con las acciones de Rodríguez lo estamos viendo estos días en la negociación de la reforma estatutaria catalana. Después de muchas equivocaciones el PP tiende la mano al PSOE para consensuar la reforma, pero el principal partido de la oposición continúa esperando mientras se suceden las reuniones con los partidos proponentes. El que no cesaba de hablar de diálogo, de consenso, de talante ahora se ha acostumbrado a esa mayoría absoluta de facto que ejerce con sus socios de legislatura y ha roto el acuerdo existente entre los dos grandes de acordar de forma conjunta los cambios en el esquema autonómico.

En definitiva, la economía nos sigue sonriendo y las grandilocuentes promesas quedaron en el tintero. Los discursos continúan siendo macro y las libertades quedan para la campaña electoral que viene, a ver si renovamos mayoría absoluta.

Pakithor
www.terceravia.com

Franky  
Miércoles, 18 de Enero 2006
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