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Cuando 'la política' y 'el partido' se transforman en sectas





Decenas de miles de militantes socialistas, sobre todo aquellos que ocupan altos cargos, han sustituído su antigua fe religiosa, generalmente cristiana, y su antigua ideología, generalmente marxista, por una fanática y firme fe en el partido, al que han convertido en casi una secta y al que dispensan una obediencia y lealtad que son la envidia de religiones ancestrales como el cistianismo, el Islám o el budismo.

El partido predomina sobre cualquier otra fe, valor o creencia, sobre la religión, la ideología, la libertad, la patria y, por supuesto, la democracia.

Se trata, por supuesto, de una enfermiza alteración de los valores y principios que convierte en principal lo que, necesariamente, debe ser accesorio y que convierte al medio en fin.

La fe en el partido te lleva a colocar la disciplina y la obediencia al lider como la primera de las normas, por encima de la solidaridad, la libertad, la justicia, la igualdad y decenas de otros valores que han quedado relegados. La consecuencia de esa alteración lleva a opinar y hasta a votar "por disciplina", en contra, incluso, de la propia conciencia y de los propios principios.

Casi unánimemente, los observadores y analistas políticos han expresado más de una vez su extrañeza ante la férrea disciplina y lealtad que los socialistas practican. Algunos sólo consiguen explicar el fenómeno considerando la lealtad y la disciplina como falsas palabras que realmente ocultan sumisión, sometimiento y abandono de la antaño sagrada libertad de conciencia.

El fenómeno explica comportamientos tan extraños y contrarios a la democracia como opinar en privado y hasta en entrevistas de prensa una cosa y después, en el hemiciclo, votar lo contrario.

El ejemplo más notable es el de José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, el cual, a pesar de autodefinirse como católico practicante, se somete a los deseos del PSOE y vota "Sí" a una ley del aborto claramente contraria a los preceptos de su religión, arriesgando, incluso, la excomunión.

Joaquín Leguina y Alfonso Guerra son otros dos claros ejemplos: ambos se declaran defensores de la unidad de España y contrartios al nacionalismo desatado catalán y vasco, pero ambos votaron "Si" al Estatut catalán y también al andaluz, aunque este último es menos transgresor.

Pero algunos analistas son menos misericordiosos en sus análisis y explican el fenámeno en términos puramente materiales, afirmando que el sometimiento al partido es la única manera que muchos tienen de seguir subido en el cocho oficial, cobrando sueldos desproporcionados a su valía y gozando de privilegios que les permiten contemplar el mundo y a sus semejantes desde las alturas de la desigualdad y la ventaja. Sólo así se explica que al partido se lo entregan todo: su independencia, su criterio, su honor y, a veces, su alma.

Y exhiben como prueba una ecuación precisa: cuanto más alto es el cargo, cuanto mayores son los privilegios que se obtienen del partido, mayor es la lealtad sometida. Esa simple ecuación, quizás más bién un silogismo "lógico", es el que hace posible que algunos políticos aparentemente valientes como Leguina, Guerra, Bono y el extremeño Ibarra, se olviden de su valentía y de sus ideas a la hora de votar.

Leguina, todo un político profesional que cobra nóminas oficiales desde hace casi treinta años, lo explica con claridad: "Voté por disciplina, no por convicción. La disciplina de voto es importante."

Pues mire usted, señores Leguina, Guerra y similares: los demócratas, los humanistas, los que todavía conservamos el criterio de que lo superior del ser humano es el respeto a su escala de valores y la adecuación del comportamiento a esos principios, creemos que su filosofía es sofista, falsa, tramposa y que ustedes no votan por disciplina, sino por el coche oficial, por el placer indescriptible que experimenta sintiéndose privilegiados y más poderosos y ricos que la inmensa mayoría de sus congéneres.

Ustedes, como muchos de sus compañeros políticos de altos vuelos, gracias a su inquebrantable lealtad sometida al partido, han conseguido ser "diferentes" y "superiores" al resto de los ciudadanos, gozando de múltiples privilegios, como, por ejemplo, el de tener asegurada una pensión de lujo, inalcanzable para la inmensa mayoría de los españoles.


   
Miércoles, 2 de Diciembre 2009
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