Colaboraciones

CATALUÑA, NACIÓN Y ESPAÑA, NACIÓN DE NACIONES





¿Qué hado negro inspira el rancio sabor de rechazo a España? Aún resuenan, en los atónitos ámbitos ibéricos, los aplausos del desafío catalán que rompe con España y exige el cambio de modelo de Estado. Se ha aprobado el Estatuto que define “nación” a Cataluña y, a España, “nación de naciones”. En su arrogancia, quieren convencer y seducir para articular el nuevo encaje de Cataluña en un federalismo español.

El tiempo de inopia que nos envuelve ha traído la deficiencia y la ineficacia. No tenemos políticos de altura. El PP no levanta cabeza con un Rajoy elegido a dedo y no en una terna por la asamblea general de la militancia y se vislumbra la escisión del PSOE entre tanta concesión de talante y sonrisa; parte del Gobierno y del Partido Socialista no están por el troceo inconstitucional de Nuestro País. España se destruye en su vocinglera carencia. Volvemos a los primitivos reductos aislados, o, quizás peor, a aquellos reinos de Taifas. Las demás “autonosuyas” mañana se reunirán con sus Carods y se proclamarán naciones, luego vendrá la de Cartagena y después la de Alcalá la Real o del Toboso; y esto, por el momento, dentro poco, será la independencia, porque, según el ínclito Maragall, Cataluña ha agotado su cuota de generosidad y, cansada, aspira a más. Aspiraciones republicanas que han sido alimentadas, en las conciencias, por las dos décadas de pujolismo con sus retahílas y sardanas.

Los políticos catalanes -no la población, la gente de la acera está ajena a entelequias politiqueras- han maniobrado una “Constitución Soberanista” más minuciosa que la española, operante, molesta, dictatorial, que soslaya y desmorona el Estado Español, la Nación más antigua y aglutinada de Europa. La unidad jurisdiccional no se puede dividir y repartir de ninguna manera, por pruritos hipernacionalistas; estos iluminados han llevado al Parlamento Catalán, en cierto modo, a una transcripción, más plácida y preceptiva, de la independencia promovida por Luis Companys en octubre del 34. Pero parece que no son esas veredas por las que ande el Gobierno. Temiendo otra situación violenta suscitada por “Generalidad”, decía M. Azaña en el 37 que “lo más discreto sería hacer responsables a lo hombres… pues, tras lo sucedido en Barcelona, la institución será difícilmente salvable”.

En las circunstancias presentes, sólo esperamos que el Congreso de los Diputados actúe y encuentre la salvación de lo insalvable, orientando este asunto dificultoso por los cauces de la constitucionalidad, aunque Zapatero, Presidente por el apoyo del “tripartito”, se haya comprometido a reforzar en la Cámara lo votado y aprobado en la “Generalidad”; en el debate sobre el Estado de la Nación, el 12 de marzo del 2005, dijo: “apoyaré una reforma del Estatuto de Cataluña, si mantiene el respeto a la Constitución y logra un amplio consenso”. La primera condición no se ha cumplido, por tanto, queda exonerado de su pesadumbre, si es que la tiene.

Camilo Valverde

Franky  
Lunes, 10 de Octubre 2005
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