Colaboraciones

BARRERAS A LA VIDA





La televisión informaba la pasada semana de una primera barrera que cada vez alcanza cotas más alarmantes. Cada veinte minutos, una joven menor de edad aborta en España. Pero no queda ahí el progreso porque, de cada cinco jóvenes abortistas, una tiene quince años. Por si fuera poco, nuestro país se ha puesto a la cabeza por el número de abortos en Europa. Es decir, que somos los más avanzados; un auténtico orgullo nacional. El uso de la píldora “del día después”, entre las adolescentes, es una práctica común, pero no ha conseguido frenar el número de abortos. Extremadura, Canarias, Andalucía y Castilla la Mancha ocupan los cuatro primeros puestos de las comunidades autónomas por el número de abortos; exactamente las mismas que ocupan los cuatro primeros puestos por fracasos escolares. Estamos consiguiendo las cotas más altas de la modernidad.

¿A quién les interesa que esto sea así? Uno se imagina a esas niñas de quince años, aterrorizadas ante su propia conciencia, por la incapacidad de asumir la responsabilidad de ser madres. Y, asimismo, por el destrozo de su propia adolescencia y juventud, ante unos padres que pensaban que lo único que sus hijas sabían hacer era jugar a las muñecas y hacer las tareas del colegio. Y no digamos nada de los chavales de quince o dieciséis años que lo único que han conseguido con cierta soltura es montar en moto y acudir a la movida nocturna. Desde ahora se desbordarán con desencuentros violentos o buscarán sustitutivos menos comprometidos. Es curioso que esté aumentando la práctica de la prostitución entre los adolescentes también de forma alarmante.

La segunda barrera a la vida ha sido la reducción de hijos, hasta el punto de que las familias españolas en Europa son las que menos hijos tienen; otro orgullo nacional. Después llega el carisma de la maternidad y de la paternidad y hay que acudir a China o a Rusia para adoptar una chinita -que se lleva mucho ahora- o un rubito -que siempre es guapo-. Los de Oriente no son tontos y han montado un gran mercado a base de niñas y niños para la adopción, casi siempre para quitar de en medio a niños y niñas con necesidades especiales. Cuando los adoptantes se vienen a dar cuenta, ya no hay remedio y tienen que tomar la adopción como una auténtica cruz.

Y la tercera barrera es acortar la vida de los mayores y la de los no tan mayores, a los que hay que convencer para que acepten una muerte llamada “digna” con el apelativo de “eutanasia”. También en esto queremos los españoles ocupar el primer puesto con orgullo nacional. Generalmente, tanto los que se dejan convencer, como los convincentes, no tienen miedo a la muerte, tienen miedo a la nada, y en consecuencia, se agarran a la dignidad que es una entelequia. Y los que creen en lo que la religión les ha transmitido, tampoco tienen miedo a la muerte, tienen confianza en la fe y temen a la duda. Evidentemente, sobre el más allá, tan ridículo es intentar explicarlo como negarlo. No sabemos ni el día, ni la hora, ni cómo llegará. Por tanto, es mejor dejar a las leyes de la naturaleza , para que actúen a su debido tiempo en las grandes cuestiones, que corregirle la plana, porque generalmente cometemos más errores que aciertos. Que lo diga, si no, la situación actual de nuestro planeta.


Juan Leiva




   
Miércoles, 15 de Octubre 2008
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