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Analogía y justicia



La Justicia española tiene graves anomalías, defectos y carencias. Lo expresa y lo explica con claridad y solvencia Francisco Garrudo, catedrático sevillano, quien nos otorga su autorización para publicar su artículo en Voto en Blanco,

Lo publicamos porque creemos que es una valiosa aportación a la España que aspira a ser un día democrática y decente.
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Vinicius, maltratado por árbitros, jugadores y por el público de Mestalla, que le grita insultos racistas.
La justicia se define por una serie de atributos cuya presencia es fundamental para su ejercicio.

Uno de ellos es la analogía, que para Aristóteles es un principio universal regulador de la ontología e inviolable en la naturaleza.

La justicia no puede aplicar sus principios reguladores en un terreno pero ignorarlos en otro de análoga naturaleza.

La justicia ha de ser consecuente: todos reconocemos su justa aplicación al racismo, lacra que en mayor o menor medida azota a individuos y sociedades. Llevado a su límite monstruoso provoca la justificación ideológica del genocidio y exterminio de etnias por razones económicas, de imposición o supremacía cultural, religiosa o política, siempre causadas por la incomprensión del fenómeno de la riqueza étnica y cultural.

Este racismo se ha venido produciendo desde tiempos inveterados. Los judíos han sido objetivo del racismo desde hace mucho y el antisemitismo, teñido incluso de pseudoreligiosidad, ha causado y causa graves consecuencias. Hay que recordar que el pueblo judío fue expulsado en el pasado de casi todos los países de Europa.

Y no son los únicos. A ellos se suman gitanos, orientales y, no lo olvidemos, indios nativos de América. Este último caso refleja el éxito del silencio histórico y cultural impuesto por la dominación anglosajona sobre un genocidio que ha barrido hasta su total extinción a una hermosa y poética cultura, muy en contacto con la naturaleza, hoy desaparecida hasta la aniquilación.

Y no olvidemos que el racismo también se oculta muy sutilmente en los pliegues de los nacionalismos. De eso, por desgracia, sabemos mucho en este país nuestro.

Pero volvamos al principio de la analogía en la justicia.

Sin duda son muy graves los hechos ocurridos contra un jugador negro por el solo hecho de ser negro y, lo que más pesa en su contra, buen jugador.

Indudablemente no puede dejarse pasar sin la debida recriminación un hecho como éste.

Dicho lo cual, y poniéndolo bien en alto y por delante, añado que no entiendo ciertas faltas de analogía en el proceder de nuestra justicia.

Si la justicia persigue con contundencia a quienes han colgado el muñeco de un jugador sobre el puente de una autopista ¿por qué tolera, y considera libertad de expresión, quemar o ahorcar el muñeco de un monarca?

Curioso principio el de la libertad de expresión que bendice la quema de la enseña nacional, los pitos al rey, o su quema en efigie o pintura pero no tolera un comportamiento análogo contra un jugador negro, o gitano, o chino...

Habrá quien arguya que en un caso se procede así por racismo al hacer objeto de ataque a un ser humano por un rasgo formal y puramente étnico.

Y es cierto. Pero no es menos cierto que en el otro caso se está atacando por razones de ideología.

Nuestra legislación lo establece muy claramente en su regla madre, la Constitución.

El Real Decreto 455/2020, de 10 de marzo, desarrolla uno de los principios constitucionales capitales con el fin de prevenir y erradicar las distintas formas de violencia contra la mujer, así como la eliminación de toda forma de discriminación por razón de sexo, origen racial o étnico, religión o ideología, orientación sexual, identidad de género, edad, discapacidad o cualquier condición o circunstancia personal o social.

Podemos, y debemos, perseguir el machismo, sexismo y el racismo, pero en lo tocante a la ideología, colocada por la Constitución en un nivel análogo a los anteriores fenómenos, sí podemos quemar una enseña nacional o al mismo rey en efigie. ¿Permitirían Pablo Iglesias, Arnaldo Otegi u Oriol Junqueras análogo comportamiento con ellos?

Estoy de acuerdo en la aplicación de severidad, tanto en un caso como en el otro. Análogamente. Consecuentemente.
Nos queda un largo camino...

Y, por si queda alguna duda sobre mi sesgo ideológico: no soy monárquico. Nunca lo he sido. Y tengo mis razones. Pero siempre tendrá mi profundo respeto quien sí lo es.

Espero contar yo también con el suyo.

Francisco Garrudo

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Jueves, 25 de Mayo 2023
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