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Alegato de Fukuyama contra los 'neocons'





Francis Fukuyama, un neoconservador arrepentido, publicó no hace mucho “America at Crossroads”, una meditada e inmisericorde crítica al neoconservadurismo, doctrina dominante en Estados Unidos y en no pocos santuarios del poder occidental. Sus tesis, tras la reciente derrota de los republicanos en el Congreso y el Senado, cobran nueva vida en Estados Unidos.

Fukuyama es famoso por haber vaticinado hace dieciseis años "el fin de la historia" y el triunfo de democracia liberal como vía modernizadora. Durante años militó en el núcleo del movimiento "neocon", donde fue discípulo de Allan Bloom y colaborador de Paul Wolfowitz, pero abandonó el movimiento tras la intervención en Irak, una guerra que considera innecesaria y dañina.

Aunque estuvo en una etapa a favor del derrocamiento de Sadam Hussein, como lo demuestra su firma en la famosa carta de 1998, dentro del "Project for a New American Century", que pedía a Clinton que eliminara la dictadura iraquí, Fukuyama, en su nuevo libro, piensa que la historia juzgará con dureza la invasión de Irak, un conflicto que ha servido para disparar el odio musulmán y por alimentar el terrorismo islámico, que ahora puede disparar en las calles de Bagdad contra soldados americanos.

Fukuyama también critica la obsesión de Bush de expandir la democracia por todo el mundo y acusa a los estrategas de la Casa Blanca de haber minusvalorado la resistencia del mundo a la "hegemonía benigna" que los USA quieren imponer.

Ante los reveses de su política exterior, sobre todo en Irak, Fukuyama teme que los Estados Unidos vuelvan al aislacionismo, concentrándose en sus asuntos domésticos y dejando al mundo indefenso frente a los adversarios de la civilización occidental, sobre todo los crecidos y aguerridos islamistas. El autor cree que, en el presente, la fuerza de Estados Unidos es imprescindible para mantener las conquistas democráticas y el imperio del estado de derecho a escala mundial.

Fukuyama concluye que el mundo necesita nuevas ideas, que no pueden surgir ni de los neocons ni de los realistas, ideas que promuevan eficazmente la democracia y los derechos humanos. El autor hace alarde de optimismo cuando sostiene que la amenaza islámica ha sido sobrevalorada y que la democracia y los derechos humanos tienen fuerza suficiente para imponerse en la confrontación con el totalitarismo, en cualquier campo de batalla imaginable, sin que sea necesario imponer hegemonías ni dominios, sólo recurriendo a instituciones independientes y a la fuerza de los ciudadanos y de la sociedad civil.



Franky  
Viernes, 24 de Noviembre 2006
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