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Acostumbrado a nadar en la opulencia, el Estado español no sabe adaptarse a la crisis





El Estado español actual, acostumbrado a nadar en la opulencia, ha crecido desordenadamente y se ha hecho tan derrochador y manirroto que ahora es incapaz de adaptarse a la crisis. Receptora de decenas de millones de turistas, España ha sido en los últimos años un paraíso del consumo capaz de llenar las arcas del Estado con impuestos directos e indirectos. Cada vez que un español o un extranjero llenaba el depósito de su coche o tomaba unas cervezas, nutría las ricas arcas del Estado. Ahora, cuando la crisis ha limitado el consumo y los ingresos públicos, el Estado español, enfermo, obeso y caprichoso, se muestra incapaz de adaptarse a la crisis y de someterse a la severa dieta de adelgazamiento que le recomiendan los expertos.

Para los desgraciados ciudadanos de España, el Estado no sólo es ya, como ha quedado demostrado por la Historia, el mayor estafador, el más violento asesino y el peor enemigo de la libertad, sino también el más grande obstáculo para la prosperidad y el bienestar.

El Estado español se ha convertido en un monstruo descontrolado que se ha multiplicado sin freno, como las células cancerosas. Además de los 17 gobiernos autonómicos, España cuenta con 50 gobiernos provinciales, plasmados en otras tantas diputaciones, auténticos minigobiernos repartidores de presupuestos, de ayuntamientos que se han acostumbrado a vivir en la opulencia gracias al "boom" del ladrillo, algunos de los cuales tienen más funcionarios en activo que Felipe II en todo su imperio, donde "nunca se ponía el sol". Si a esa administración víctima de elefantiasis se agregan los enchufados del poder, los asesores, los dedocrizados, los baneficiados por los partidos y otros especímenes de la fauna pública española hipertrofiada, resulta evidente que España posee un Estado tan desproporcionado, obeso e inútil que puede llevarle hasta la ruina a velocidad de vértigo.

El presidente y los consejeros de Castilla la Mancha se duplican sus sueldos; los parlamentarios andaluces quieren otra subida y los políticos, en otras regiones, se sienten tan seguros ante el inerme e indignado ciudadano que no dudan en subirse los sueldos a pesar de que la crisis hace estratgos en las familias españolas y de que sus ingresos suelen ser entre 10 y 18 veces el salario medio de los españoles .

Esos gestores del Estado, poco sensibles al sufrimiento ajeno, acostumbrados a la opulencia, presos de sus compromisos y chanchullos políticos y habituados a ganar poder repartiendo dinero, son incapaces de ser austeros, adelgazar y adaptarse a una crisis que reclama ahorro y control férreo del gasto público. El Estado enfermo de España se niega a apretarse el cinturón como están haciendo millones de familias y prefiere seguir gastando y endeudarse para no perder poder, una actitud irresponsable que debería tener consecuencias penales y que puede llevar a la nación hasta la más severa quiebra.

Muchos expertos se atreven ya a afirmar que ocho de cada diez ayuntamientos españoles deberían declararse en quiebra técnica, pero no se atreven a hacerlo porque sus alcaldes y concejales, autodotados de sueldos y privilegios dignos de sátrapas, no quieren perder estatus ni votos.

En los gobiernos autonómicos, la situación no es mejor. La arrogancia y la voracidad han llevado a muchos de esos gobiernos a convertirse en fábricas de funcionarios y de cargos públicos. Son gobiernos despilfarradores que crecen como el cáncer, incapaces de crear riqueza, expertos en hostigar al tejido empresarial con impuestos y burocracia.

El gobierno central, con más margen de maniobra, ha decidido endeudarse, de manera irresponsable, para seguir gastando y nadando en la opulencia acostumbrada, sin importarle que esa opción hipoteque el futuro de la nación y nos acerque a la ruina.

Tras haber hecho como la cigarra de la fábula en los últimos años, gastar alegremente sin ahorrar para los tiempos difíciles, nuestros políticos en el poder se encuentran ahora frente a dramas que no saben como afrontar: ¿De donde sacará el dinero el Estado para seguir gastando como manirroto irresponsable? ¿Cómo pagará unas deudas que el sistema financiero internacional comienza ya a mirar con inquietud?

La única respuesta que se percibe al drama del Estado español, enfermo hasta la médula de obesidad mórbida y víctima de todos los "tics" del nuevo rico, es negar la crisis y asegurar sin prueba alguna, como hace el presidente Zapatero casi a diario, que España resistirá el drama mejor que sus vecinos y que pronto todo volverá a ser color de rosa.

¿Que hemos hecho los pacíficos e ilusos ciudadanos españoles para merecer una casta dirigente tan inútil e inepta?

Algo muy grave hemos debido hacer para tener lo que tenemos. Por lo menos hemos tolerado como cobardes que nuestros políticos, que son nuestros empleados en democracia, hayan acumulado un poder tan grande que hoy el ciudadano, que es el dueño teórico del sistema democrático, ni siquiera puede reprocharles su ineptitud o destituirlos.



   
Domingo, 31 de Agosto 2008
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