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'ATÓNYTO' Y CON EL ORGULLO 'BLAIRIDO'





Ayer, el primer ministro británico, Tony Blair, salió de la Cámara de los Comunes atónito y con el rabo entre las piernas, o sea, con el orgullo herido, pues los parlamentarios (entre ellos, un grupo no menor de diputados laboristas, ergo, correligionarios suyos) le infligieron una seria y severa derrota al propinarle un revés morrocotudo a su propuesta de alargar de los 14 días (vigentes) a los 90 (anhelantes) el periodo máximo de la detención cautelar de los sospechosos de terrorismo, la medida precipua, estelar, de su proyecto de ley antiterrorista, que ahora deberá pasar el filtro o trámite parlamentario preceptivo en la Cámara de los Lores.

La medida susodicha, solicitada por los responsables de Scotland Yard, en la que el jefe del Gobierno británico había hipotecado buena parte de su autoridad o invertido un estimable porcentaje de su predicamento político, itero, fue vapuleada por una diferencia de 31 votos (292 diputados votaron a favor de la propuesta y 322 en contra –cuarenta y pico sufragios, procedentes de laboristas-), en lo que supone su primera bofetada parlamentaria desde que tocara poder en mayo de 1997.

Los parlamentarios británicos se atuvieron al mismo canon, quiero decir que siguieron la pauta acostumbrada de una tendencia (más que una ley) no escrita, según la cual los plazos se van duplicando paulatinamente (pues acaso convenga rememorar que la ley antiterrorista de 2000 concedía el plazo improrrogable de 7 días para poder detener a sospechosos sin estar obligados los servicios de seguridad estatales a presentar pruebas en su contra ante un tribunal; plazo que en 2003 se prolongó a los 14 días), porque (y para más inri de Blair), escasos minutos después de la votación antedicha, fue aprobada por 323 votos a favor y 290 en contra la enmienda que había presentado el grupo parlamentario conservador, quedando, por tanto, ampliado el plazo de detención preventiva a los 28 días.

Quien lea con cierta asiduidad lo que va urdiendo el menda lerenda esperará, sin duda, que éste (ya que no al principio ni en medio, al menos, al final) haga una referencia sucinta a la autoridad perdida por Blair. Y es que, en verdad, la autoridad sin sabiduría es como un renuente pelo en la boca. Sólo sirve para escupir, no para esculpir un recorrido cosquilleante.

Si como pronostican unos, a propósito de la influenza aviar, más tarde o más pronto, la pandemia sucederá; si como aventuran o vaticinan otros, con respecto a los disturbios callejeros acontecidos recientemente en el extrarradio de París, el contagio ocurrirá, que ponga y tenga mucho cuidado con sus conmilitones críticos ("cuando las barbas de Blair veas pelar…") quien preside el Consejo de Ministros español, José Luis Rodríguez Zapatero, no sea que prenda la mucha mecha que hay suelta por ahí y alguien acabe chamuscado.


Ángel Sáez García


Franky  
Viernes, 11 de Noviembre 2005
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