Colaboraciones

ACASO, UN CASO DE “SERENDIPIA”





“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.”

Winston Churchill


Hoy, 6 de diciembre, cumpleaños de mi dilecto primo Nicolás (ergo, ¡muchas felicidades, “Nico”, en el día de tu doble victoria -pues coincide con el de tu onomástica-!) y jornada en la que muchos españoles celebramos (de diversas maneras y modos) el vigésimo séptimo aniversario de la Constitución Española (CE) de 1978, quizás convenga recordar (sobre todo, a quienes -en el supuesto de que alguna vez sostuvieran con sus manos el libro, cuyo título se dará y dirá luego, y lo leyeran- no debieron comprender -como sí logró descifrar y entender y supo interpretar y tamizar (co)rectamente Mohandas Karamchand Gandhi, quien en el volumen aludido halló inspiración para elaborar su teoría sobre la resistencia pasiva, pacífica-) lo que quiso decir Henry David Thoreau en su “Desobediencia Civil” (1849).

Los dos guarismos finales de la última fecha dada, año de publicación del célebre ejemplar de Thoreau, coinciden (acaso, por un extraño caso de “serendipia” o “serendipidad” -ya conoce usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector, poco más o menos, su acepción-, don, facultad o virtud de encontrar cosas interesantes en lugares inesperados por pura casualidad) con el número del artículo de la CE del que el presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero, también quiere modificar una palabra, “disminuidos”. Y es que, por el motivo que sea, al jefe del Ejecutivo le parece mal, poco pintiparado y/o cacofónico el término mentado, y lo quiere mudar por el más apropiado y eufónico, según él, de “discapacitados”.

Bueno; pues una vez más (y ya van... ni se sabe) lamento tener que discrepar de lo que defiende y sostiene nuestro mandamás. Porque, hecha la salvedad de que en español/castellano no hay sinónimos totales, puros, exactos, completos (pues cabe argüir que cada vocablo añade o aporta su singular, propio, original, intransferible, específico y connatural matiz -y es que sólo cabe establecer una verdadera identitad significativa entre la variante culta y la solución popular o vulgar de un mismo étimo-), podemos concluir que ambos términos son casi sinónimos. Pero, si debemos decidir cuál de las dos dicciones es más despectiva, despreciativa o displicente, el menda lerenda se decanta por o inclina a pensar que la voz “discapacitados” (o “incapaces” -pues todos lo somos en muchos campos o ámbitos del saber; incluso nuestro presidente, como se puede colegir; porque, según dijo Antonio Machado por boca de Juan de Mairena, “la verdad es la verdad; dígala Agamenón o su porquero”-) es más peyorativa aún que “disminuidos” (quienes han rebajado, por las razones que sean, provisional o definitivamente, sus capacidades). Lo urde (sin haber tenido que acudir a Lourdes) quien es pensionista y está jubilado por haberle sobrevenido una incapacidad permanente absoluta.


Ángel Sáez García


Franky  
Martes, 6 de Diciembre 2005
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