Voto en Blanco
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Información y Opinión

Pobre España, víctima de sus políticos


Nota



Democracia derrotada
Democracia derrotada
Sin un horizonte que congregue a sus ciudadanos, con su economía iniciando el declive y con su futuro enturbiado por la incompetencia de sus políticos, España se enfrenta en las próximas elecciones generales de marzo de 2008 al terrible dilema de tener que elegir entre dos partidos políticos desprestigiados en los que sólo los fanáticos que militan ven la capacidad para gobernar con criterio el país.

Los independientes, los que no militan y conservan la horadez y la capacidad de análisis no aprecian en los actuales partidos polítiicos españoles la solvencia suficiente para gobernar con acierto, lo que les obliga a acudir a las urnas con un profundo desencanto.

Tener que votar a un PSOE desideologizado y disgregador, en manos de un iluminado, que ha sustituido las ideas nobles de la vieja izquierda por una beatería progre cargada de talante y de buenismo vacío, que pone en peligro la unidad de España, que aprueba estatutos con los votos de la "inmensa minoría" y que ni siquiera es capaz de vomitar al poner su sello de izquierdas sobre una España cada día menos demócrata, dominada por elites de políticos atiborrados de privilegios y de poder, que se comportan como nuevos ricos y en la que el foso que separa a ricos y pobres crece cada día, constituye un verdadero drama para cualquier ciudadano sensible y honrado.

Pero no es menos dramático tener que votar a un Partido Popular que cada día se parece más al ejército de Pancho Villa, cuyo funcionamiento interno refleja un autoritarismo trasnochado, plagado de niñatos que pelean por un puesto en las listas, sin ni siquiera tener conciencia de que pilotan sin rumbo un partido acomplejado frente a la izquierda, incapaz de tomar la iniciativa y de ilusionar a su electorado con las propuestas que los ciudadanos esperan, que son la eficiencia, la regeneración ética y la democracia auténtica.

¿Para qué hablar de las otras opciones? O son tan minoritarias que, por desgracia, no cuentan, o se trata de nacionalistas o comunistas, dos dramas todavía mayores que el del binomio PSOE - PP.

De los nacionalistas poco hay que decir porque ya han demostrado hasta la saciedad su deseo de dinamitar el país. Su credo nacionalista es incompatible con la democracia, ya que se basa en la diferencias, la reivindicación y el privilegio, mientras que la democracia es una cultura para la igualdad, la convivencia y la paz.

De los comunistas, líderes y pastores de Izquierda Unida, basta decir que en cada autonomía defienden una doctrina diferente, la necesaria para cambiar las ideas por las nóminas. En el País Vasco y en Cataluña son independentistas y amigos de la insurgencia, pero en Andalucía son sumisos traficantes de poder, mientras que en otros lugares son tan osados que hasta juegan al centralismo y a la defensa de la unidad nacional.

Los españoles independientes, lúcidos y honrados, conscientes ya de que el mayor obstáculo para la regeneración de la democracia son, precisamente, los partidos políticos, no podrán apoyar a esos partidos en las urnas. Quizás por vez primera desde la muerte del dictador, la gente independiente que vota con criterio tendrá que optar por una de las dos únicas opciones dignas que les quedan: acudir a las urnas para votar en blanco, con la nariz tapada y el alma triste, o quedarse en sus casas para recibir la cuotidiana dosis de narcótico que ofrece la "tele".

Las próximas elecciones españolas, si el panorama no cambia de manera drástica, algo que parece improbable, no serán una cita para demócratas sino para fanáticos, para esos "hooligans" de la política que, de manera insensata, han creado los partidos políticos, cuya fidelidad es a prueba de delitos y crímenes, capaces de apoyar a los suyos "hasta la muerte" y de odiar al adversario "hasta la demencia".

Las cifras de votos en blanco y de abstenciones deslumbrará a la sociedad el terrible día después, cuando el recuento demuestre que seremos gobernados por lo malo o por lo peor.


   
Jueves, 6 de Septiembre 2007
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Comentarios:

1.Publicado por Aquiles el 06/09/2007 17:12
a) Condiciones:

Condiciones para que exista democracia:

1.- Separación, independencia y vigilancia mutua de los tres poderes.
2.- Representatividad efectiva de los ciudadanos en las instituciones del gobierno democrático.

Basta con que una de esas condiciones no se dé para que la otra deje de tener sentido.

La pregunta es: ¿se cumplen tales condiciones en España?

1.- Con respecto a la primera habrá quien asegure que sí, que, por supuesto, hay una separación formal que viene recogida en nuestra Constitución. Si es así: ¿hay entonces independencia entre los poderes?, ¿hay vigilancia recíproca? ¿Quién propone en realidad las leyes? ¿Con qué libertad se votan? ¿Quién nombra al Fiscal General del Estado? ¿Quiénes hay detrás de los miembros del Consejo General del Poder Judicial?, y, sobre todo, ¿por qué, en el lugar de los representantes del Legislativo que es el Congreso, hay unos bancos azules donde se sienta el poder Ejecutivo en pleno?

2.- Con respecto a la segunda condición, a buen seguro que se afirmará: existe representatividad, de hecho las dos cámaras son un ejemplo de representatividad, y los partidos políticos también. Entonces: ¿están ustedes seguros de que cualquiera de los nombres que aparecen en las listas electorales de los partidos les representa? ¿Los han puesto ustedes allí? ¿Tienen que ver con ustedes, con sus intereses? ¿Saben a lo que se dedicaban antes de entrar en la política? ¿Saben qué proponen? ¿Saben si están capacitados para el cargo? Y una vez que pasan al Congreso, ¿son ustedes a los que se deben? ¿Siguen dependiendo de ustedes?


b) Realidades:

1.- En España hay una separación teórica -sobre el papel, en el folklore democrático de los partidos, de los dueños de la opinión pública y de los libros de texto- del poder legislativo, ejecutivo y judicial, pero no existe independencia entre ellos, ni, por lo tanto, vigilancia mutua porque no se eligen directamente por separado.

2.- Los partidos políticos no representan a los ciudadanos porque éstos no votan “al representante” sino una lista que los propios partidos proponen. Ocurre así que, por ejemplo, por la circunscripción electoral de Murcia se postule, para unas Elecciones Generales, un señor de Bilbao, Cáceres o Santa Cruz de Tenerife, al que ningún habitante de la Región tiene el gusto de conocer. Luego, en el Congreso, a pesar de haber sido votado por los ciudadanos, éstos no tienen ningún control sobre él.


c) Soluciones:

1.- Para que haya independencia -y, por consiguiente, separación efectiva- entre los tres poderes, éstos deben ser elegidos por separado. El poder legislativo ha de tener unas elecciones propias. El poder ejecutivo ha de tener unas elecciones propias. El poder judicial ha de tener unas elecciones propias. Los dos primeros serían elegidos por sufragio universal; el último por los miembros y trabajadores de la judicatura, puesto que no es necesario que sea representativo de los ciudadanos. El poder judicial es el garante de la ley y, como muy bien supo ver Tocqueville, el parapeto esencial contra la tiranía de la mayoría.

2.- Para que exista representación de los ciudadanos, éstos deben poder elegir a sus representantes libremente, y la única manera de hacerlo sería en circunscripciones electorales unipersonales mediante elecciones a doble vuelta. Una vez que el elegido pasara al Congreso, sus electores podrían hacer uso del mandato imperativo -negado explícitamente en nuestra Constitución- con el que se revocaría el nombramiento del diputado si éste no cumple con sus obligaciones. Obviamente, al ser circunscripción unipersonal -sólo puede salir un candidato por circunscripción- las listas de partido -abiertas o cerradas- no existirían, lo cual garantizaría la libertad del voto del ciudadano. El elegido representaría en la Cámara única y exclusivamente a los electores de su circunscripción, pesando en sus decisiones más éstos y su propia conciencia que la disciplina del partido al que perteneciese. Así pues, la representación no sería proporcional y no se cometería -como ahora se comete- la injusticia basada en que unos centenares de miles tienen el mismo -o más- poder que un millón de votantes.


d) Aplicaciones:

1.- Como ya he explicado, resulta lógico que, para que para que el poder ejecutivo y el poder legislativo estén efectivamente separados y sean independientes, han de celebrar elecciones distintas. Esto sólo se concibe en un régimen presidencialista, donde el poder ejecutivo recae en el presidente y no en un primer ministro o en un canciller. La manera de elegir estos dos poderes me lleva al siguiente apartado, al de la representatividad.

2.- El poder legislativo recae en el Congreso, cuyos miembros han de ser representantes legítimos de los electores, por eso es tan importante que la representatividad no sea una ficción. La única manera de conseguirlo es mediante circunscripciones electorales unipersonales, donde los candidatos sean elegidos a doble vuelta. Las circunscripciones han de ser representativas de la nación y debe operar en ellas el principio de igualdad, así pues tendrían el mismo número de ciudadanos. No sería necesaria la actual Cámara del Senado.

España estaría dividida en, más o menos, cuatrocientas circunscripciones -de cien mil o ciento veinticinco mil habitantes cada una- de las que tendría que salir sólo un representante. Esto se consigue con dos vueltas en las votaciones: en la primera se presentan todos los candidatos -representante de partidos políticos e independientes- que lo crean necesario; en la segunda -si no hay mayoría absoluta-, sólo los dos que hayan acaparado el mayor número de votos, permitiendo que los perdedores se sumen, si lo desean, a alguna de las opciones en liza. El elegido, finalmente, pasa al Congreso, pero se ve obligado a continuar representando a sus electores y a su circunscripción ya que el mandato imperativo de aquéllos así lo dicta, por lo que no está sujeto a la disciplina de voto de su partido. La manera de regular el mandato imperativo es difícil pero no imposible: bien por medio de funcionarios neutrales que recogieran las denuncias de los electores, bien mediante uno de los juzgados de cada circunscripción, bien con una especie de “oficina del candidato”… Por otro lado, para que no sólo fuese efectivo sino riguroso y no entorpecedor de la normalidad democrática, el mandato imperativo tendría que llevarse a la práctica a partir de cuestiones muy concretas que afectasen a la deontología política y a la coherencia del programa del candidato. El Congreso -única cámara, insisto, que existiría-, con sus cuatrocientos diputados, legislaría con el beneplácito “directo” del pueblo, que, forzosamente cercano a sus representantes, habría de recuperar las amplias avenidas de la libertad política.

Cada cuatro años se celebrarían elecciones a la presidencia del Estado, para lo cual la única circunscripción sería la totalidad del territorio nacional, haciendo posible así el famoso adagio “un hombre, un voto”. Claro está, el sistema tendría que ser también a doble vuelta, como en Francia.


e) Beneficios:

1.- La independencia de los poderes evita males evidentes que ya estamos experimentando y motiva beneficios incuestionables; entre ellos, el más deseado por una democracia es el de la inteligencia de las instituciones políticas. Un ejemplo: imaginemos que el presidente y la mayoría de la Asamblea son de diferentes tendencias ideológicas; bien puede ocurrir que la mayoría de las leyes aprobadas en la cámara vayan en contra del programa de gobierno del ejecutivo; ¿qué ocurriría?: o que el presidente dimitiera, para lo que se debería disolver el legislativo y convocar nuevas elecciones -como jefe del ejecutivo tendría esa potestad-, o que la cámara presentase una moción de censura, para lo que también habría de disolverse el Parlamento. Que los dos caminos posean el mismo fin es una garantía de independencia, pero también del juego al que un poder y otro se verían abocados: la Política -pero, ojo, Política con mayúscula-. El poder ejecutivo debería considerar muy bien sus acciones si quiere cierta estabilidad y no podría zafarse de la vigilancia del legislativo; éste, a su vez, moderaría su superioridad representativa para no aparecer ante su electorado como un obstáculo para el país, por lo que se prestaría a una doble fiscalización. Ambos poderes, en definitiva, estarían obligados a la lucha, al pacto, a la estrategia y a la inteligencia; no haría falta consenso, pues éste sugiere y demuestra una complicidad tiránica que sólo tiene en cuenta los intereses de los partidos.

2.- Los beneficios de la representatividad real de los ciudadanos exceden lo meramente teórico en el discurso de la democracia. El más importante, a primera vista, sería el fin del sistema proporcional actual y, por consiguiente, la estricta igualdad que imperaría entre los representantes; esto presupone, además, que los intereses territoriales de tintes nacionalistas quedarían relegados a un segundo plano porque primarían tan sólo los cien mil representados de cada circunscripción. Consecuentemente, la ficticia división territorial actual que “pretende ser generosa con la Historia”, quedaría articulada administrativamente a partir de los ayuntamientos, mucho más cercanos e identificables. Asimismo el final de esas Autonomías consideradas como semi-estados con competencias de Estado desembocaría en un nuevo centralismo nacional -es decir, igualdad y lealtad territorial-, pero, a la vez, se fluctuaría hacia una descentralización administrativa con los municipios como eje fundamental.

¿Qué ocurriría con los partidos nacionalistas? Indudablemente, seguirían existiendo pero ya no tendrían más poder que el que le otorgasen sus votantes, y, además, en igualdad de condiciones con los otros miembros del Congreso. Su capacidad de decisión a nivel nacional -español- sería prácticamente nula, por lo que desaparecerían o, simplemente, se subirían al carro ganador. No haría falta prohibir ningún HB, PCTV o ANV, algo, por otro lado, que sólo cabe en una partitocracia como la que sufrimos.

Por último, al ser elección del presidente por sufragio universal en una única circunscripción -todo el territorio del estado-, su figura emergería como símbolo de la nación y como garante de su indivisibilidad. Los nacionalismos periféricos, el tan cacareado derecho de autodeterminación -romanticismo retomado y reconvertido por los totalitarismos del siglo XX, que consideraban la nación como un sentimiento y no como algo objetivo y dado por la Historia- o el federalismo -inútil concepto en una España donde nunca ha habido estados independientes que se quisieran “federar”-, tendrían que replegarse ante la auténtica democracia.


f) Matizaciones; reiteraciones:

f.1) La democracia es una forma de gobierno, nunca una forma de Estado.

f.2) Como forma de gobierno, la democracia se basa en la toma de decisiones colectivas partiendo de dos premisas o deslindes importantes: derechos y libertades individuales, y principios de participación e igualdad política.

f.3) El poder Legislativo debe ser representativo de los ciudadanos. En agrupaciones simples y poco numerosas, lo que se conoce como democracia directa es posible e incluso deseable -Tocqueville describe muy bien cómo a principios del siglo XIX, los municipios más pequeños de los Estados de la Unión norteamericana se regían sin referéndum de ningún tipo, ya que sus habitantes se turnaban religiosamente cada año en los puestos de responsabilidad y de gobierno-; en agrupaciones amplias, de miles, de millones de personas, sólo el sistema representativo es capaz de conjugar operatividad y libertad política -ya se sabe, aquello de que todos los ciudadanos tenemos el derecho de participar, en igualdad, en los procesos decisorios-. Una Asamblea en la que cada uno de sus miembros represente al mismo número de personas es el método más preciso de hacer factible la igualdad política.

f.4) En la toma de decisiones colectivas, la mayoría siempre prevalece. Cuando cinco personas quieren decidir qué van a hacer una noche, resulta obvio que, tras la presentación y discusión de las diferentes alternativas, los cinco habrán de someterse a lo que la mayoría prefiera: Pepe, Pepa y Juan quieren ir a cenar a un restaurante chino, Juana y José a una pizzería; los cinco son amigos respetuosos, buenos chicos; ¿acaso los dos últimos no habrán de resignarse a comer arroz tres delicias?; y, lo que es más importante, ¿no quedaría descartada, por absurda, la posibilidad de que primero fueran a un chino e inmediatamente después a la pizzería? Esta lógica es la que se aplica, o se debería aplicar, a cualquier sistema democrático. La opción mayoritaria debe prevalecer porque se trata de elegir, entre varias opciones, una sola. ¿En qué queda el sentido de “elección” cuando se integra también a las opciones minoritarias? Por eso las circunscripciones electorales deben ser unipersonales a doble vuelta.

f.5) El sentido común, si partimos de las premisas antes señaladas, nos dicta, por tanto, que, para que haya representatividad política, el vínculo entre elegido y electores no se debe romper jamás. El mandato imperativo se erige así como salvaguarda de ese vínculo. Nuestra Carta se carga expresamente dicha posibilidad, guiada quizá por la maquiavélica idea -ya esbozada por sir Edmund Burke en el siglo XVIII en su carta a los ciudadanos de Bristol- de que los diputados dejan de representar a sus electores cuando llegan a la Asamblea y pasan a representar a la Nación. ¿Habrá idea más difusa? La representación ha de ser factible, identificable o no será. Con mecanismos legales estrictos y precisos que regulen el mandato imperativo se ofrece la posibilidad de que la decisión del elector no acabe cuando concluye la jornada electoral. Si bien existiría cierto peligro de atomización, de dominación implícita de la opinión pública, de manipulación, de demagogia e incluso de obstrucción de temas importantes para el país, hemos de tener en cuenta que todo sistema organizativo conlleva sus peligros, pero que no todos son capaces de solventarlos. El cacique de turno que salga elegido en un sistema representativo, siempre tendrá que currarse su demagogia -por decirlo de algún modo-, porque, en última instancia, sabe que él no controla su destino político; el cacique de turno que salga elegido en un sistema proporcional como el que tenemos, de listas -abiertas o cerradas, es lo mismo- de candidatos elaboradas por los propios partidos políticos, no está sujeto a nada ni a nadie, hará y deshará a su antojo, se perpetuará en el poder con la propia muerte o el flagrantísimo delito penal como únicas cortapisas.


f.6) Fin de la financiación pública de los partidos políticos. La financiación privada se admitiría siempre y cuando no hubiese donaciones anónimas.

f.7) Fin de las autonomías consideradas como entes que asumen competencias administrativas. Quizá las actuales sobrevivirían como factores de identificación sentimental y, sobre todo, como territorios judiciales. No sería necesario tampoco acabar con los legislativos autonómicos. Los Parlamentos regionales podrían seguir existiendo como órganos representativos de los ciudadanos. Lo verdaderamente esencial de la cuestión es que carecerían de las siguientes competencias fundamentales: fiscalidad, educación, sanidad, fuerzas del orden y justicia.

f.8) Dichas competencias volverían a centralizarse, otras pasarían directamente a los Ayuntamientos. Éstos deben erigirse como símbolos de una nueva descentralización administrativa.

f.9) El sistema electoral municipal sería el mismo. Los municipios, divididos en circunscripciones electorales unipersonales a doble vuelta tendrían que elegir a los concejales. En otra votación, con circunscripción única esta vez, al alcalde.

f.10) El poder judicial no tiene por qué ser representativo del pueblo, por lo que el sufragio para su elección bien puede ser restringido.

f.11) Esto no es la típica utopía. La utopía es un arma que el poder esgrime contra la libertad del individuo. La utopía nace con el sello de lo imposible. Luego cualquier utopía es conservadora. En política no hay frase más facciosa que la que sigue: “sed sensatos, pedid lo imposible”. Esto no es una utopía, insisto, sino un sensato avance hacia algo mejor que lo que tenemos. No es utopía sino “sentido común”. Ninguna de las medidas propuestas atenta contra alguna ideología que se defina como democrática; ninguna de las medidas propuestas es irrealizable porque ni aspiran a la perfección ni parten de una ideología determinada ni es corporativa. Este sistema no evitará la corrupción, pero tampoco la propiciará; no evitará veleidades despóticas de sus agentes, pero tampoco las blindará; no evitará la inestabilidad, pero tampoco hará uso interesado de ella. Su bondad es el equilibrio de fuerzas, la inteligencia de sus instituciones. Su bondad es la libertad política.

f.12) El único régimen capaz de realizar y salvaguardar este sistema es, claro está, la República Constitucional.

Saludos.

A.

2.Publicado por Francisco Rodriguez el 08/09/2007 18:26
Estimado Francisco Rubiales, llevo tiempo que leo tu blog y ahora, en los tres últimos párrafos de tu articulo: España: ¿Necesitamos un nuevo partido o una nueva democracia?, primero me pregunto ¿Acaso hubo alguna vez democracia en España?. Creo ver en él la dirección correcta pasa salir de esta gran mentira, de este fanguizal en el que nos metieron los franquistas con la complacencia de los traidores a la libertad, que en la primera toma de contacto quedaron infectados por el virus. "Por favor sigue así" porque realmente creo que desde dentro no se puede hacer nada, ya que la podredumbre afecta rápidamente a todo el que se acerca al sistema corrupto.
Hace un tiempo no pensaba así y como iluso pensaba que desde dentro se podría provocar el cambio, cuando únicamente estando dentro lo único digno y honesto que se puede hacer es poner bombas (desde luego de forma metafórica). Acaso en una organización de bandidos, el hombre honesto que entre con las intenciones de reconducirlos, ¿lo va conseguir?, será un proscrito, llevado rápidamente a la hoguera o por el contrario si quiere mantener la vida comulgara con toda “diligencia” con las fechorías de los bandidos, convirtiéndose incluso en uno de los mas grandes entre ellos, pues deberá pasar la prueba de credibilidad que le salve del fuego.

Un cordial saludo para todos los que aun en las circunstancias actuales creen en la lealtad del ser humano con los de su especie.

Viva la Republica Constitucional.

3.Publicado por jmc el 21/09/2007 13:10
El 90% de los vascos son buena gente. Y la gran mayoria de los españoles viven engañados por los líderes del PNV y EB. Nos hacen creer que odian a España.... mentira. se odian entre ellos y si alcanzan la independencia de mataran entre llos. Los bilbainos del Sistema, se forraron a la sombra de las grandes empresas estatales en el franquismo. Los guipuzcoanos son laboriosos, hijos y nietos de tornero y a los señoritos de achuri y neguri, los odian. (origen de la escision de carlos garaikoechea y ahora de josu j. imaz.).
Los alaveses desde el carlismo se han llevado mal con bilbao. Para adoctrinarlos llevaron alli en gobierno vasco. etc.etc.et. es solo algunos datos. Es como las familias conflictivas, solo se llevan bien y crean un enemigo fuera. Igual que en las izquierdas, no hay una sino, mil, en los aberchales cada uno es un reino de taifas y de Judas...



 Ideario

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Este blog no es una plataforma de promoción del Voto en Blanco, sino un medio de castigo al mal gobierno y a la política antidemocrática que utiliza el termino “Voto en Blanco” por lo que conlleva de protesta y castigo al poder inicuo.

El voto en blanco es una bofetada democrática a los poderes políticos ineptos y expresa la protesta ciudadana en las urnas cuando padece gobiernos insoportables, injustos y corruptos. Es un gesto democrático de rechazo a los políticos, partidos y programas, no al sistema. Conscientes del riesgo que representaría un voto en blanco masivo, los gestores de las actuales democracias no lo valoran, ni lo contabilizan, ni le otorgan plasmación alguna en las estructuras del poder. El voto en blanco es una censura casi inútil que sólo podemos realizar en las escasas ocasiones que se abren las urnas. Esta bitácora abraza dos objetivos principales: Valorar el peso del voto en blanco en las democracias avanzadas y permitir a los ciudadanos libres ejercer el derecho a la bofetada democrática de manera permanente, a través de la difusión de información, opinión y análisis.




HIENAS Y BUITRES. PERIODISMO Y RELACIONES PERVERTIDAS CON EL PODER


Hienas y buitres es un libro escrito para despertar y movilizar las conciencias dormidas e intoxicadas desde el poder. Leerlo representa un vuelo rasante por encima de los secretos de la comunicación moderna y de los recursos y trucos que utiliza el poder para ejercer el dominio.
Las relaciones entre políticos y periodistas siempre han sido tormentosas. Son dos poderes decisivos que en las últimas décadas han pretendido dominar el mundo. En ocasiones lo han mejorado, pero otras veces lo han empujado hacia el drama y el fracaso. Políticos y periodistas se aman y se odian, luchan y cooperan, nos empujan hacia el progreso y también nos frenan. Son como las hienas y los buitres, que comen y limpian huesos juntos, pero sin soportarse. Al desentrañar el misterio, aprenderemos también a defendernos de sus fechorías.
Los medios son la única fuerza del siglo XXI que tiene poder para poner y quitar gobiernos y para cambiar los destinos del mundo.
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DEMOCRACIA SEVERA. MÁS ALLÁ DE LA INDIGNACIÓN


Lo que hoy llamamos "democracia" es un triste remedo de lo que fue ese sistema en sus orígenes. Los políticos han aprendido a violarla y la han desnaturalizado y desarmado. "Democracia Severa, mas allá de la indignación" (Tecnos 2015), de Francisco Rubiales Moreno y Juan Jesús Mora Molina, es un libro que denuncia la degradación de la democracia y señala las reformas que el sistema necesita para que sea justo y decente y para que los políticos estén bajo control.
A la democracia le faltan piezas de gran importancia: exigencias éticas, controles a los políticos, que deben ser examinados, psiquica y moralmente, por comisiones independientes, auténtica separación de los poderes y otorgar un papel preponderante a la sociedad civil y al ciudadano, que deben influir y, sobre todo, supervisar la labor de los gobernantes, pudiendo, incluso, destituirlos. La impunidad debe acabar, como también la tolerancia frente a la corrupción y esos cheques en blanco que permiten a los políticos gobernar como les da la gana, ignorando la opinión de los ciudadanos, que son sus jefes y los soberanos del sistema.
Democracia Severa, que ya está en las librerías, aporta lucidez, libertad y solvencia ciudadana. Es una reflexión de denuncia que señala los puntos débiles de nuestro sistema y ayuda a la regeneración y a construir un mundo mejor.
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Las revelaciones de Onakra el escriba de Dios

Este libro, publicado por Francisco Rubiales Moreno, Las Revelaciones de Onakra, el escriba de Dios, no es, como los tres anteriores del mismo autor (Democracia Secuestrada, Políticos, los Nuevos Amos y Periodistas sometidos), un ensayo de pensamiento político, sino una original narración que recoge misteriosas revelaciones sobre la llegada de los primeros ángeles a la Tierra, sus relaciones con las especies vivientes del planeta, el nacimiento de la inteligencia humana y el inicio de esa lucha a muerte entre el bien y el mal que domina la existencia humana, desde el principio hasta el final de los tiempos.
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Periodistas sometidos. Los perros del poder

Periodistas Sometidos. Los perros del poder (Editorial Almuzara, 2009), el último libro publicado por Francisco Rubiales, ha sido acogido con gran interés por políticos, periodistas y ciudadanos interesados en conocer con detalle la profunda crisis del periodismo en España, el sometimiento al poder de miles de periodistas y de redacciones completas, la agonía del periodismo libre, independiente y crítico y la rotura de la vieja alianza entre periodistas y ciudadanos, sin la cual la democracia deja de existir.
Es el tercer y último libro de la trilogía de pensamiento político que comenzó con Democracia Secuestrada (Almuzara 2005) y continuó con Políticos, los nuevos amos (Almuzara 2007).
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Políticos, los nuevos amos

Políticos, los nuevos amos es el nuevo libro de Francisco Rubiales, publicado tras el éxito de Democracia secuestrada.

Como afirma el ex ministro Manuel Pimentel en el Prólogo,"Políticos, los nuevos amos afronta el problema de la degradación del poder con extraordinaria valentía, claridad y profundidad".
Pimentel, que recomienda la lectura del libro a los presidentes, ministros, altos cargos políticos, militantes y a cualquier ciudadano inquieto y preocupado por la democracia, lo define como un libro "duro, libre, alejado de lo políticamente correcto, capaz de provocar reflexiones y golpes de conciencia muy dolorosos".
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Democracia Secuestrada

La rebelión ya ha comenzado. Los ciudadanos quieren regresar del exilio y revitalizar una democracia que está postrada y secuestrada. El ciudadano será de nuevo el protagonista en una democracia auténtica y regenerada. El ser humano está dispuesto a construir a cualquier precio la catedral del futuro. Hay una fuerza desconocida que le impulsa a hacerlo, a pesar de sus cobardías, dudas y fracasos Pero, hasta conseguirlo, tendrá que atravesar desiertos y desfiladeros poblados de peligros y de alimañas dispuestas a defender con sangre y fuego sus privilegios.
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