El gobierno de Zapatero continua ofreciendo a los españoles un espectáculo bochornoso, poco ético y antidemocrático en su despedida, tomando decisiones para beneficiar sus intereses, no los de España, después de haber sido derrotado en las urnas, siendo un gobierno amortizado y en funciones, cuyo deber en democracia es decidir lo estrictamente imprescindible. Tras haber inundado con subvenciones a fundaciones, sindicatos, asociaciones y empresas amigas, en el último consejo de ministros del gobierno, celebrado el viernes 16 de diciembre, aprobó una nueva subvención para la cúpula de Barceló, en Naciones Unidas, sin especificar la cantidad de dinero entregado, después de que una semana antes de abandonar el poder reformara la cúpula de la Guardia Civil y colocara a sus generales adictos en puestos clave. Mientras tanto, con el mismo descaro con el que han mentido decenas de veces durante la última legislatura, se vanaglorian de estar protagonizando un trasvase de poder "ejemplar".
La lluvia de subvenciones y ayudas de última hora a los amigos, a pesar de la escasez de dinero que padecen las arcas públicas, el indulto sorpresa a un banquero condenado por la Justicia, nombramientos de última hora en numerosos ministerios y empresas públicas y otras muchas "fechorías" antidemocráticas hablan con claridad de la catadura del equipo socialista que abandona el poder, expulsado por los ciudadanos.
Juzgado con objetividad, el traspaso de poderes que están protagonizando Zapatero y su gobierno no solo no está siendo "un modelo", como ellos afirman, sino que está reflejando vicios y comportamientos tan contrarios a la democracia y a la ética que en una democracia real habrían provocado dimisiones, escándalos y tal vez denuncias ante los tribunales.
Cuando el PSOE mantiene que "están llevando a cabo un traspaso de poderes modélico", el BOE con fecha del 13 de diciembre sorprende con la remodelación de la cúpula de la Guardia Civil y publica los nuevos nombramientos en el Ministerio del Interior de los máximos responsables del cuerpo. En concreto cinco generales de brigada, uno de ellos en la reserva, para puestos de confianza en la Dirección General de la Guardia Civil, según cuenta La Gaceta en su edición del 15 de diciembre de 2011 -Interior reestructura la cúpula de la Guardia Civil a una semana del cambio de gobierno-.
Precisamente cuando se agota la legislatura de un Gobierno que ha sido duramente criticado por la presunta politización del la Policía para uso de fines partidarios, parece que la Guardia Civil no se escapa de esa politización. Faltan pocos días para que Mariano Rajoy y su equipo se hagan cargo del Gobierno, y, por tanto, se nombre a un nuevo ministro del Interior y a un nuevo Director General de la Guardia Civil. En vísperas de ese trasvase de poder, el ejecutivo socialista en funciones ha nombrado a cinco de sus generales de brigada para puestos clave del ministerio. Generales que el responsable de la política de Interior popular y el nuevo Director General se van a encontrar ya en su puesto de confianza, sin que, aparentemente, hayan podido tomar parte en sus nombramientos.
Las buenas costumbres democráticas establecen que los gobiernos en funciones, sobre todo cuando han sido derrotados en las urnas por el pueblo, deben limitarse a aprobar lo mínimo imprescindible para que el país funcione, pero Zapatero y sus secuaces han hecho todo lo contrario y han aprovechado sus últimos días en el poder, como el administrador infiel de la Biblia, para colocar a los suyos al amparo del Estado, beneficiar a los amigos y dispensar favores que puedan rentabilizarse en el futuro. En este capítulo tienen especial relevancia las subvenciones frenéticas de la ministra de Cultura Sinde, otorgadas con indecencia antidemocrática a cineastas, periódicos adictos y otras organizaciones, antes de que Rajoy imponga la austeridad y cierre el grifo.
A esas inesperadas y poco democráticas decisiones hay que agregar otros gestos y actuaciones que demuestran igualmente la escasa moral del equipo, como los viajes de lujo y despilfarro de miembros del gabinete, la negativa a admitir que se han equivocado, el no pedir perdón a los españoles por sus errores y por los estragos que han causado al país, el achacar la derrota electoral exclusivamente a la crisis, la negativa a dimitir de Pepiño Blanco, implicado en un escándalo sobrecogedor, y las hipócritas declaraciones de Zapatero, que no sólo no admite culpa alguna por los millones de desempleados y pobres que ha creado su gobierno, sino que se autoproclama "salvador" de España, gracias a las medidas que dice que adoptó en su momento, a pesar de que los expertos y la historia misma han demostrado que fueron tardías, insuficientes y equivocadas.
La lluvia de subvenciones y ayudas de última hora a los amigos, a pesar de la escasez de dinero que padecen las arcas públicas, el indulto sorpresa a un banquero condenado por la Justicia, nombramientos de última hora en numerosos ministerios y empresas públicas y otras muchas "fechorías" antidemocráticas hablan con claridad de la catadura del equipo socialista que abandona el poder, expulsado por los ciudadanos.
Juzgado con objetividad, el traspaso de poderes que están protagonizando Zapatero y su gobierno no solo no está siendo "un modelo", como ellos afirman, sino que está reflejando vicios y comportamientos tan contrarios a la democracia y a la ética que en una democracia real habrían provocado dimisiones, escándalos y tal vez denuncias ante los tribunales.
Cuando el PSOE mantiene que "están llevando a cabo un traspaso de poderes modélico", el BOE con fecha del 13 de diciembre sorprende con la remodelación de la cúpula de la Guardia Civil y publica los nuevos nombramientos en el Ministerio del Interior de los máximos responsables del cuerpo. En concreto cinco generales de brigada, uno de ellos en la reserva, para puestos de confianza en la Dirección General de la Guardia Civil, según cuenta La Gaceta en su edición del 15 de diciembre de 2011 -Interior reestructura la cúpula de la Guardia Civil a una semana del cambio de gobierno-.
Precisamente cuando se agota la legislatura de un Gobierno que ha sido duramente criticado por la presunta politización del la Policía para uso de fines partidarios, parece que la Guardia Civil no se escapa de esa politización. Faltan pocos días para que Mariano Rajoy y su equipo se hagan cargo del Gobierno, y, por tanto, se nombre a un nuevo ministro del Interior y a un nuevo Director General de la Guardia Civil. En vísperas de ese trasvase de poder, el ejecutivo socialista en funciones ha nombrado a cinco de sus generales de brigada para puestos clave del ministerio. Generales que el responsable de la política de Interior popular y el nuevo Director General se van a encontrar ya en su puesto de confianza, sin que, aparentemente, hayan podido tomar parte en sus nombramientos.
Las buenas costumbres democráticas establecen que los gobiernos en funciones, sobre todo cuando han sido derrotados en las urnas por el pueblo, deben limitarse a aprobar lo mínimo imprescindible para que el país funcione, pero Zapatero y sus secuaces han hecho todo lo contrario y han aprovechado sus últimos días en el poder, como el administrador infiel de la Biblia, para colocar a los suyos al amparo del Estado, beneficiar a los amigos y dispensar favores que puedan rentabilizarse en el futuro. En este capítulo tienen especial relevancia las subvenciones frenéticas de la ministra de Cultura Sinde, otorgadas con indecencia antidemocrática a cineastas, periódicos adictos y otras organizaciones, antes de que Rajoy imponga la austeridad y cierre el grifo.
A esas inesperadas y poco democráticas decisiones hay que agregar otros gestos y actuaciones que demuestran igualmente la escasa moral del equipo, como los viajes de lujo y despilfarro de miembros del gabinete, la negativa a admitir que se han equivocado, el no pedir perdón a los españoles por sus errores y por los estragos que han causado al país, el achacar la derrota electoral exclusivamente a la crisis, la negativa a dimitir de Pepiño Blanco, implicado en un escándalo sobrecogedor, y las hipócritas declaraciones de Zapatero, que no sólo no admite culpa alguna por los millones de desempleados y pobres que ha creado su gobierno, sino que se autoproclama "salvador" de España, gracias a las medidas que dice que adoptó en su momento, a pesar de que los expertos y la historia misma han demostrado que fueron tardías, insuficientes y equivocadas.
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